“CAMINOS SOLIDARIOS” EN BALVANERA, ALMAGRO Y
OTROS BARRIOS
EL EQUIPO EN PLENA FAENA |
Los vemos diseminados por todos los barrios y
nos causan dolor y angustia. De acuerdo al censo realizado en 2013 por el
Ministerio de Desarrollo Social porteño, llegan a 850 los adultos que viven a
la intemperie en la ciudad. La mayoría son hombres solos de un promedio de 40
años. Afortunadamente, hay organizaciones que no se quedan en el lamento y les
brindan una ayuda vital a estas personas. Una de ellas es Caminos Solidarios, fundada en 2010 por iniciativa de Mariela Fumarola, hija del reportero
gráfico Julio César Fumarola, vecino
de Balvanera, asesinado por la Triple A en 1974, a los 32 años. Una plaza del
barrio fue bautizada con su nombre. Esta profesora de gimnasia de 44 años
heredó de su padre una profunda vocación humanitaria. Deseaba hacer algo que le
llenara el alma hasta que, en junio de 2010, leyó en una revista que Red
Solidaria buscaba colaboradores para un proyecto sólo previsto para el
invierno: realizar recorridas nocturnas para asistir con comida caliente y
abrigo a gente en situación de calle. Comenzó a hacerlo un lunes y ya no pudo
dejarlo más. “En septiembre, cuando nos dijeron que ya no íbamos a recorrer más
porque había terminado la temporada de frío, yo dije ‘voy a seguir’ porque ya
me había encariñado mucho con esas personas. Les comuniqué mi decisión a algunos
compañeros. Después fui a una cátedra de cultura solidaria, allí pregunté a los
asistentes de distintas organizaciones si alguien se quería sumar y muchos
dijeron que sí. Así nació Caminos Solidarios”. Al principio, era un grupo
de seis personas recorriendo la zona de Congreso; después se fueron incorporando
más voluntarios. “Durante el verano vivimos una experiencia hermosa”, se
emociona Fumarola. A partir del invierno siguiente, la organización comenzó a
trabajar en forma independiente de la Red Solidaria pero Juan Carr, su titular,
les fue dando una mano en todo lo que es difusión y donación de alimentos.“Poco
a poco el grupo fue creciendo. Hoy hacemos diez zonas por semana durante todo
el año.
Hay alrededor de cien voluntarios que se mueven acercando comida,
abrigo y charlando, que es lo que más nos interesa, la relación que uno puede
tener con esas personas que tal vez durante todo el día nadie les habló. Vamos
por Balvanera, Congreso, Recoleta, Agronomía, Caballito, el Centro. Los martes
recorremos Almagro, nos encontramos en Castro Barros y Rivadavia a las 20.30. La
idea es que uno siempre recorra la misma zona porque lo importante es entablar
ese vínculo: conocer el nombre y la historia de esa persona y que ellos nos
conozcan a nosotros. La gente toma la ayuda muy bien, siempre nos recibe con
mucho cariño. Al comienzo pueden ser un poco temerosos pero después van
aflojando. Nos preguntan qué somos y respondemos que un grupo de voluntarios,
nada más. Y ahí nos terminan agradeciendo y ya va quedando el vínculo para la
semana siguiente volver a encontrarnos”, añade con una sonrisa.
MARIELA CON UN BEBÉ DE LA CALLE EN BRAZOS |
No todos están en la calle permanentemente.
Algunos viven en pensiones de la zona en condiciones precarias, otros residen
en villas. Incluso muchos provienen de localidades del Gran Buenos Aires: están
de paso porque trabajan en el barrio o van especialmente para recibir comida y
abrigo. Según Fumarola, las historias de estas personas que llegan a tal
situación extrema son miles, son tan variadas como lo podamos imaginar. Como
ese señor que hacía ocho años había perdido a toda su familia en un accidente
automovilístico que ocurrió cuando, conduciendo él, se dirigían a la costa. Era
un hombre impecable, con una hermosa voz, usando un bastón porque tenía una
lesión producto de la tragedia, que decidió autocastigarse y no volver más a su
casa. O esa persona procedente de Entre Ríos cuya mujer e hijita estaban en la
Casa Garrahan, no tenía trabajo y trataba de llevar algunos pesos para que su
familia cocinara algo. Con mucha vergüenza aceptó un plato caliente y se puso a
llorar. También hay muchos adolescentes que estuvieron toda su vida en hogares
y cuando salen no tienen adónde ir. El desamparo de esta gente es muy grande.
El Gobierno de la Ciudad les otorga un subsidio de $1.200 durante diez meses
pero esa suma no les alcanza para pagar una pensión. En cuanto a los paradores
nocturnos, no van porque no reciben un buen trato y no se aceptan familias
completas. Aunque en 2013 se reglamentó la Ley de Protección de los Derechos de
las Personas en Situación de Calle, hasta ahora no se puso en práctica. Fumarola
no se cansa de brindar su actitud fraternal hacia los más vulnerables. El año
pasado creó una mutual que proyecta instalar un centro de capacitación laboral
con hospedaje para la gente en situación de calle: “Se puede hacer el cambio, hay
historias reales de transformación, estas personas están esperando una mano que
todos la podemos dar. Ese tiempo que le podemos dedicar, ese ‘hola’ de cada día
los ayuda a un cambio de vida, a estar integrados socialmente. Necesitamos
mucha gente con ganas de ayudar, yo creo que es posible cambiar el mundo, soy
una convencida de eso, soy una idealista y confío plenamente en que depende de
cada uno de nosotros la vida que queremos vivir y rodeados de quiénes queremos
estar”.
LAURA BROSIO
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