jueves, 3 de marzo de 2016

CARLOS GARDEL - ANÉCDOTAS

LA VIDA DE UN IDOLO





                Carlos Romualdo Gardés, (Carlos Gardel), más allá de las controversias en cuanto a si nació en Toulouse (Francia) o en Tacuarembó (Uruguay), no quedan dudas de que vivió en Buenos Aires, y fue el ídolo indiscutido que representa a nuestra música popular, El tango.
El Estado uruguayo, así como otras entidades no gubernamentales, propusieron realizarle una prueba de ADN para verificar si era hijo biológico de Berthe Gardès y así poder establecer con exactitud su lugar de origen. Una jueza argentina prohibió que se le hiciera ese estudio al cantante, con el argumento de su origen francés.
Existe fundada documentación de que se domicilió en distintos lugares del macrocentro porteño, y de su inicio artístico en las inmediaciones del Mercado de Abasto, lugar que se convirtió en una atracción para el joven.
Vivió hasta el año 1900 en un conventillo de la calle Uruguay 162 (hoy demolido) junto a doña Berta, la madre biológica o al menos su madre, reconocida y aceptada por él. Se instalaron en una pieza humilde del primer piso mientras Berta trabajaba como planchadora en el taller de Montevideo 463. Luego se mudaron a la calle Corrientes 1557 y vivieron allí entre fines de 1903 y principios de 1904. Se sabe que para 1910 se habían mudado a Corrientes 1714.
Otros domicilios del cantor habrían sido Suipacha 148 (no existen muchas precisiones) y Rodríguez Peña 451, por el año 1923, cuando tramitó su ciudadanía argentina. Hacia los años 1925 y 1926 vivió en el segundo piso del sólido inmueble de la calle Rincón 137, un edificio que aún hoy guarda su esplendor y que alguna vez fuera propiedad de la familia Saavedra Lamas. Allí habría vivido junto a su novia Isabel del Valle.
Finalmente en 1926 compra la propiedad de la calle Jean Jaurés 735, para que la ocupara Doña Berta junto con el matrimonio Muñiz, que a la sazón la cuidaba. Hoy la casa está convertida en el museo del Zorzal.
Se hace muy complejo determinar con seguridad todos los domicilios en que vivió Gardel debido a las contradicciones que presentan las fuentes consultadas, lo que constituye un misterio más de su enigmática vida, corta pero intensa de la que se tejieron a su vez jugosas anécdotas, centenares de ellas, muchas de la cuales vale destacar.
La grabación de Madreselva
Cuando Gardel grabó Madreselva era primavera, pero dentro del estudio de la compañía Odeón parecía verano. El ventilador estaba prohibido, por el ruido que producía, y el aire acondicionado no era conocido entonces. Todos estaban empapados en sudor. Gardel no aguantó más y se quitó el saco. Después, el chaleco. Después la camisa, que seguramente lo asfixiaba. Luego la camiseta, el pantalón y las medias. Por último, la ropa interior. Quedó sólo con los zapatos y los anteojos que usaba para leer la pequeña tipografía de las partituras. Entonces apareció en la sala de grabación el técnico, un alemán "austero y cabrero", al decir de Canaro.

-¡Pero, señó Gardel, qué quiegue decir esto...!

Gardel le respondió:

-Esto quiere decir, viejito, que no tanto hacerte el estrecho, que a mí me han pasado el santo que vos en Alemania eras 'una mandarina'...

La orquesta estalló en una carcajada. El alemán, furioso, se fue sin saludar.
Permanganato (chiste contado por Gardel)
Un señor había tenido relaciones sexuales la noche anterior a un largo viaje que debía emprender en barco. La mañana de la despedida, va la mujer a saludarlo al puerto. Una vez arriba del buque, apoyado en la baranda el señor le grita:

-¡Si tenés noticias mías, ponéle Carlitos...!

A lo que la mujer, en tierra, le respondió:

-¡Si tenés noticias mías, ponéle permanganato...!

(N. de la R.: El permanganato potásico se utiliza, diluido, como desinfectante).
A media noche
Gardel grabó 11 tangos con letras escritas por Enrique Dizeo (1893-1980). Uno de ellos fue A media noche, musicalizado por Juan Maglio.
Gardel y el letrista se conocían desde 1923 porque frecuentaban el mítico Café de los Angelitos. En ese lugar Dizeo le entregó a Gardel la letra de A media noche, que en un fragmento dice:

"Como un gemido doliente,
llena de harapos, cabizbaja y mustia,
siempre se la ve silente
con todo el peso de su negra angustia...”
Gardel leyó los versos y llamó aparte a Dizeo. Luego, asegurándose de que nadie lo escuchara le preguntó al oído:

-Decime... ¿Qué carajo quiere decir "silente"?

(N. de la R.: Quiere decir silencioso, tranquilo, sosegado.)
En 1915 el cumpleaños de Gardel adquiere ribetes dramáticos...
Cuenta Edmundo Guibourg:
«A la vuelta de la gira al Brasil con la compañía teatral de Guillermo Battaglia, Gardel celebró su cumpleaños con amigos. Era el 11 de diciembre de 1915 y cumplía 25 años. Y a la noche resuelven hacer una farra. Salen cuatro personas: un maestro de porteñismo, que después fue administrador de la compañía Muiño-Alippi, de apellido Abelenda, el actor Carlos Morganti, que empezaba como partiquino, Elías Alippi, que ya era un galán de prestigio, rival de Francisco Ducasse y de Gardel. Y se van al Palais de Glace. Allá, un pendenciero borracho se la toma con la flacura de Alippi y empieza a molestarlo, a desafiarlo, a buscar pendencia. ¿Y quién sale a defender a Alippi? Gardel. Gardel que nunca fue compadrito acepta la lucha. Pero aparecen otros compañeros de parranda del borracho. Gardel acepta pensando que no se "van a ir a mayores". Toman un coche para ir al Armenonville y pasan por Libertador y Agüero, donde los intercepta el coche de los matones. Bajan todos a pelear, suena un tiro y cae Gardel herido. La bala entró en un pulmón, sin orificio de salida. El cirujano no quiso operarlo de ninguna manera, y Gardel aguantó toda la vida esa bala en el pulmón, que no le impidió cantar. Seguramente esa bala dio que hacer en la autopsia de sus restos, dando pie a todo ese infundio de la lucha en el avión, que no existió nunca. Es un infundio mentiroso de Aguilar.”
Con Jacinto Benavente
Cuenta Guibourg:
“Muchas veces se le ocurrió explicar cosas relativas al tango. Hay un caso muy famoso, es cuando nos invita Don Jacinto Benavente, que acababa de recibir el premio Nobel. Lo encontramos en París, nos invita a almorzar, para profundizar en la letra del tango. Quería conocer las raíces de muchas palabras lunfardas. Y me acuerdo que esa vez Don Jacinto Benavente nos dio una lección magistral sobre lo que era el caló, el calé (que son distintas jerigonzas españolas), el lenguaje de la gitanería... Nos dio lecciones de argot francés, del slang inglés... Todo lo sabía él. Hasta quería hablarnos del papiamento del Mar Caribe, la lengua de los piratas y de los contrabandistas. Él mismo nos explicó los orígenes de "gayola", de "guita", de "chamuyo", de "fariñera", de "bondi". Pero había algunos tangos que no podía descifrar del todo, por ejemplo, no entendía muy bien que el "mosaico diquero" que menciona El ciruja, fuera una moza desafiante y sabrosa. Fue una conversación que habrá durado tres horas. Al final, después de mucho hablar, cuando nos levantamos de la mesa, me dijo Gardel: ‘Y yo que creí que era un cantor y resulta que soy un filólogo. ¿Te das cuenta?’ Y con ese tema siguió unos cuantos días, buscando en las obras del Siglo de Oro español, en Lope de Vega, en Lope de Rueda, en Cervantes, las referencias que había hecho Don Jacinto Benavente.”
Lenguaje neutro de habla hispana
En los estudios de la NBC
“Cómo voy a cantar palabras que no entiendo, frases que no siento. Hay algo en mí que vibra al sonido de las palabras que me son familiares, que están hondamente arraigadas en lo más íntimo de mi ser; palabras que aprendí en mi niñez, que tienen el significado de cosas muy nuestras, imposibles de transmitir. El idioma, señores, es el español, o mejor aún, el porteño. La pregunta: ¿me quieres? no contiene para mí la emoción que se vuelca en la misma pregunta porteña: ¿me querés? El pronombre vos, en lugar de tú; el verbo vení en lugar de ven… ¡Qué pena, amigos, que no pueda satisfacer sus deseos!, ¡yo sé cantar solamente en criollo!”
El Morocho del Abasto y Marcelo T. de Alvear
Era 1º de Septiembre de 1899. Marcelo T. de Alvear se despertó más temprano que de costumbre y como era habitual, empezó a matear mientras escuchaba música. Deseaba que llegara la noche para ir al teatro. Esa noche todo Buenos Aires estaba expectante, iban a escuchar a la prima donna ya célebre en Europa, Regina Pacini, una cantante lírica portuguesa de quien Diego de Alvear (primo de Marcelo) le había hecho excelentes comentarios después de verla actuar en Uruguay.
Marcelo se dejó llevar hasta el Politeama. Vestía como siempre impecable smoking de gala, que llevaba como una segunda piel. El hombre era alto y apuesto. A la entrada tropezó con un chico. Era morocho, de grandes ojos negros. Tenía alrededor de nueve o diez años.
-Qué haces acá, mocoso?, -le preguntó con una mezcla de curiosidad y simpatía.
-Vivo al lado. Mi mamá trabaja en el teatro. Limpia y plancha, señor, -contestó con soltura.
-Te gusta la ópera?
Los ojazos del chico se iluminaron y con una sonrisa respondió:
-Me encanta, señor. Nunca me pierdo las funciones. Después de una pausa continuó: -La soprano ligera que canta esta noche dicen que es fantástica. Se llama Regina Pacini.
El hombre tocó con ternura la cabeza del niño. La función estaba por empezar. Debía despedirse. Ese encuentro lo había conmovido. Antes de separarse preguntó:
-Cómo te llamas?
-Carlitos Gardel, pa´ servirle señor.
Ese mismo día, Alvear se enamoraría locamente de Regina, quien después de ocho años se convirtió en su esposa.
Cantor
Una noche de 1912, en el café que existía en Rivadavia 3824 (uno de los primeros en Almagro donde se tocaba el bandoneón), entró un mozo cantor acompañado por quien le llevaba la guitarra, enfundada en paño negro con iníciales bordadas. No bien tomaron asiento, un cochero de plaza que estaba allí, apodado el "rengo Congo", dirigiéndose al cantor desde su mesa le dijo imperativamente: "¡Cantá!..." El otro no le hizo caso, porque notó que estaba ebrio. Las palabras de aquel hombre de mala bebida se repitieron más alto, al tiempo que hacía ademán de apoyarse en su muleta para levantarse. El dueño del café, que lo conocía pendenciero, tratando de evitar el seguro incidente le encareció que cantara, pedido al que se sumaron algunos de los allí presentes. El mozo, tras corto preludio de bordonas, se echó a cantar un vals sentimental, muy popular por aquellos días, cuya primera estrofa decía:
"Mi madre era muy pobre, sí, pero amorosa / vivía muy dichosa en su pobre hogar. / Me aconsejaba siempre, porque era muy virtuosa, / para mí era la diosa que estaba en el altar".
Y la última estrofa decía:
"La hermana de mi madre / fue una santa señora / que al ser mi defensora / con mi padre luchó. / Cuando murió mi tía / llorando la he sentido; / y cada día que vivo / le rezo una oración."
Al terminar, el cantor se dio cuenta de que no había estado mal, pues el "rengo Congo", cubierto de lágrimas, recorrió las mesas sombrero en mano donde le juntó unos pesos.
El cantor de esa noche, que por entonces no imaginaba la altura que alcanzaría en el alma de la emoción popular, era Carlos Gardel.
Gardel, un burrero sin par
Según la revista Aquí Está, de marzo de 1944:
“Por indicación de Gardel, el aviador Sumage le enviaba a los Estados Unidos las revistas turfísticas y los diarios de la mañana, que Carlitos recibía con un mes de retraso; entonces, sobre la base de los programas de las carreras, él y sus compañeros hacían cálculos y apostaban entre sí. De este modo seguían jugando a los caballos de Palermo desde Nueva York. Con varias semanas de diferencia, cuando llegaba la nueva remesa de periódicos, se enteraban de los resultados y los ganadores recogían su parte, de acuerdo con lo que había ocurrido en la lejana Buenos Aires un mes antes...”
El “paco” al de Legui
Gardel no sólo tenía gran amistad con Leguisamo, sino que también era su admirador incondicional. Caballo que corría Legui, caballo que llevaba enancada una apuesta de Carlitos, pese a que Leguisamo le insistía en que si bien corría potrillos con chance, no le era posible ganar todas las carreras. Pero las advertencias caían en saco roto. Una tarde en Palermo, los vientos de la fortuna venían soplando muy lejos de Carlitos. Corrida la quinta carrera y rotos los boletos, Razzano le advirtió a Gardel: "Mirá, en la sexta nos desquitamos. El cuidador Francou me ha dado una fija, un caballo que él cuida y no puede perder y lo que es más lindo, pagará arriba de veinte". "¿Y el de Legui?", preguntó Carlitos. "Si gana el de Francou, no puede ganar el de Legui", argumentó Razzano. "...Bueno, si es así, tomá, jugame doscientos boletos". Allá fue Razzano y regresó cuando se largaba la carrera. El caballo de Francou largó en punta y pintaba como seguro ganador. Cuando el lote llegó a las tribunas, Razzano gritaba loco de contento. Pero Carlitos seguía atentamente la atropellada que en ese momento iniciaba Legui; el avance de éste era fulminante, alcanzó y pasó de largo, mientras Carlitos atronaba el espacio con sus gritos "¡Dale Mono, dale Mono!". Leguisamo fue el ganador de la carrera. Cuando Razzano lo increpó a Carlitos: "Vos estás loco, si les has jugado al de Francou doscientos ganadores!". Gardel contestó "Tenés razón, ¡pero el paco se lo puse al de Legui!"
FUENTES
-Llanes, Ricardo M., “El Barrio de Almagro”, Cuadernos de Buenos Aires, 1968.
-http://www.gardelweb.com/carlos-gardel-anecdotas.htm
-http://www.todotango.com/spanish/gardel/cronicas/eguibourg.asp






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