El tango, ese compañero que
mantiene viva la llama de la ilusión
Este mes se cumplen seis décadas de actuación profesional de Roberto Chalean, cantante de tango, que
nació el 18 de octubre de 1934 en el límite entre Almagro y Villa Crespo. Dos
años después se mudó a Flores, a una cuadra del Café La Humedad. Comenta con
una sonrisa pícara cómo surgió su vínculo con el género a los ocho o nueve años:
“A
la tarde, cuando regresaba de la escuela, recalaba sobre la vereda del café,
sobre la Avenida Gaona. Ponía la ñata contra el vidrio y mientras escuchaba los
tangos que salían de un combinado, miraba con disimulo a una hermosa señorita
rubia sentada en un taburete, quien mostraba generosamente sus extremidades
inferiores. Así comenzó mi pasión por el tango”.
Al principio, Chalean
cantaba para la barra de la esquina. En su adolescencia participó en los
festivales que organizaba su colegio, el industrial Ingeniero Huergo, en los
Teatros Alvear y Astral. A los 17 realizó su primera grabación semiprofesional,
con tres guitarristas, en los estudios Grafosón, ubicados en la calle Bartolomé
Mitre. En 1955 debutó en la orquesta juvenil de Jorge Aguirre, a la cual
siguieron las de Dante Yanel, Quique Lannoo y Enrique Brocato.
Sin duda, un
antes y después en su trayectoria lo marca la conquista, en 1958, del Concurso
Orquestas de Mi Ciudad, que se transmitía por
Radio Libertad desde el distinguido Salón La Argentina. El presidente del
jurado era nada menos que Cátulo Castillo. En este certamen cantó con el conjunto
de Luis Selvadeo Marcuccito.
Ese mismo año se
produjo su debut profesional con la orquesta del bandoneonista Ángel Genta en
Radio Splendid. Así lo recuerda: “Ese momento fue muy emotivo. A pesar de que
tenía mucha experiencia, con Genta el repertorio era muy comprometido. Cantaba Nunca
tuvo novio, Divina, Desvelo, temas muy bravos. Era sin red porque los programas iban en vivo”.
Entre 1959 y
1964, cantó en la orquesta de Luciano Leocata. Con el maestro trabajó sin parar
un solo día. Se presentaba en Radio Belgrano, el cabaret Marabú, confiterías, bailes.
Uno de los éxitos de esa época –que
compartió con el cantor Jorge Florentino– es el vals Una lagrimita, de Alfredo Dalton y Tití Rossi, festejado
efusivamente por el público.
En 1964, cuando
comenzó a aflojar el trabajo con Leocata, decidió emprender su carrera solista.
El letrista Marcelino “Cholo” Hernández lo contactó con el sello Discofonía,
donde el cantor grabó, durante varios años, con Jorge Dragone, Juan Carlos
Bera, Daniel Lomuto. Además, integró La
Embajada del Tango junto a Floreal Ruiz, Alberto Echagüe y Mario Bustos.
Una experiencia
que rescata sobremanera es su participación, por esos años, en el ciclo La historia del tango en Radio Belgrano,
con dos eminencias: Armando Discépolo y Julio de Caro. En esa época comenzó a
presentarse con un trío conformado por Antonio “Bebe” Nevoso en bandoneón y
dirección, Abel Terrile en guitarra y Coco Fernández en contrabajo. Durante
tres años, actuó junto a los ídolos de la Nueva Ola en clubes de Capital y del interior
con un rutilante éxito. A veces llegaba a hacer cinco shows por noche.
Posteriormente –ante la falta de trabajo– el cantante abandonó su carrera durante
varios años para retomarla en 1993 cuando grabó doce temas con el conjunto de
Nevoso –como Milonga cantinera y Mi
domicilio– que presentó en cuantiosos escenarios.
En tanto, en 2008 editó el compacto Hoy
he venido a cantar, una recopilación de viejas grabaciones remasterizadas, dado
a conocer en la Academia Porteña del Lunfardo. Desde ese momento no paró. En
2011 lanzó su último CD, Vamos… Dale,
con temas nuevos creados por grandes letristas y compositores.
Además de Una lagrimita, entre sus éxitos menciona
Después, de Homero Manzi y Hugo
Gutiérrez, grabada con el sexteto de Nevoso para el sello Almalí, que considera
la mejor grabación de su carrera. Otros temas que alcanzaron repercusión son la
milonga Baldosa floja y los tangos Y
todavía te quiero, de Leocata y Con
la otra, de Lito Bayardo.
Desde hace tres
años viene realizando una gira con su espectáculo Remembranzas. Tangos e historias, en el cual canta de diez a doce
temas –clásicos y actuales– y va contando anécdotas. Ahora está
preparando una nueva versión, Remembranzas
2.
A sus 81 años, Chalean
sorprende con su vitalidad y su enorme entusiasmo por seguir disfrutando su
oficio de cantor. Con el paso del tiempo, su fascinación por el tango no menguó
un ápice al igual que la calidad de su voz. “Nunca dejé de vocalizar ni pasar
repertorio. Estoy cantando en los mismos tonos que hace 50 años. Yo tuve muy
buenos maestros: Ricardo Domínguez, Laura Hatton. Ahora vocalizo dos veces por
semana y paso repertorio todos los días”, explica satisfecho.
Verlo cantar es
una experiencia muy movilizante porque su gran histrionismo y expresividad hacen
que nos sintamos partícipes del relato que plantea cada tema. “El
cantante tiene que interpretar la letra y el sentido de lo que escribió el
poeta y la melodía que creó el compositor. Antes de cantar un tema, hay que
leerlo bien, marcar las comas, los puntos, los paréntesis, los silencios, dónde
se puede frasear, los matices. Cuando uno canta, tiene que pensar lo que está
diciendo porque está contando una historia. Cuando cantás ‘un pedazo de barrio,
allá en Pompeya’, lo tenés que estar viendo; si no, no servís”,
sentencia con firmeza.
Laura Brosio
No hay comentarios:
Publicar un comentario