EL ALICAÍDO
ARBOLADO PORTEÑO
Son innegables las
virtudes protectoras del arbolado urbano que, sumadas a las propias de los espacios verdes, forman una barrera
preventiva contra la contaminación. Sabido es
que absorben el anhídrido carbónico que
expele el creciente caudal de vehículos, y lo transforman en oxígeno. Como si eso fuera poco, disminuyen el nivel de
ruidos, como verdaderos colchones acústicos.
Sin embargo es
escasa aún la concientización del vecino y de
las autoridades sobre este hecho vital. La ecología ocupa uno de los últimos peldaños
entre las prioridades del gobierno. Se piensa sólo
en el presente; las urgencias nos tapan aspectos
esenciales que afectarán indefectiblemente a las venideras generaciones.
El porteño hoy es poco afecto a
elevar la mirada para apreciar algunas
de las tantas y admirables cúpulas, y junto a ellas
las copas floridas en primavera del arbolado urbano.
Según el último censo fitosanitario
del año 2011 del Ministerio de Medio Ambiente de la Ciudad, existen 372.625
árboles de alineación en las veredas porteñas, a los
que se debe agregar el arbolado de plazas y parques que representan 51.740 más.
Sin embargo esta supuesta gran
proporción de arbolado se ve disminuida cuando se
la compara con el crecimiento vegetativo de la población, el incremento de las construcciones de altura y el
aumento del tránsito vehicular. Además gravitan la
depredación, las pestes no tratadas y la escasa reposición.
Con solo cubrir
los espacios vacantes en veredas sería posible duplicar
la actual existencia y llegar a los 745.000 árboles alineados en las calles
porteñas. Puede comprobarse que, como promedio, en
cada cuadra sólo está cubierta la mitad de los espacios destinados al árbol. Y
en muchos casos se ha tapado con material el lugar previsto para ellos.
En cuanto a los espacios verdes (parques y plazas),
también estos disminuyen cotejados con el crecimiento “población-construcciones”,
y no hay voluntad política de revertir la situación.
Se desconoce la
existencia de la Ley 2.930 del año 2008, que en
su artículo 9 inc. 3 y 4 dice: Promover la incorporación de nuevos parques
urbanos dentro de los usos que se definan para tierras fiscales desafectadas de
usos anteriores. Promover la creación de nuevas plazas,
plazoletas y patios de juego, en relación adecuada a la densidad poblacional de
las diversas zonas (por reconversión de predios fiscales; compra, expropiación,
canje o convenio de uso de predios privados; utilización de áreas residuales).
La Organización Mundial de la Salud recomienda de 10 a 15 metros
cuadrados de espacio verde por habitante, de los que existen en Buenos Aires apenas 2,69. Si tomamos el
desagregado de los barrios de Balvanera y Almagro la proporción desciende a tan solo 0,20 metros cuadrados por habitante.
Como aliciente al compromiso individual, el gobierno local podría entregar gratuitamente un árbol al vecino
que lo solicite, para plantarlo en el frente
de su vivienda, lo cual no conspira contra
un operativo central de incremento masivo
del arbolado de alineación.
No todas las especies son adecuadas para cualquier vereda. Por ejemplo para aquellas de 3 metros de ancho se
recomiendan rosa de Siria, sauzgatillo, crespón, naranjo amargo, arce, pezuña
de vaca, ciruelo en flor, entre otras. Deben ser especies de ramaje sólido y flexible
para que no se quiebren, de raíces profundas
para que no levanten la vereda y
de follaje caduco, para dejar pasar el sol en invierno y brindar sombra
en verano. Deben ser de hojas pequeñas para que al caer en otoño no tapen los
sumideros. Y en el caso de veredas de entre 3 y 5 metros se pueden agregar tilo,
fresno y paraíso.
En todos los casos conviene tener precaución durante el lavado de las veredas
para que no penetren en sus raíces lavandinas y detergentes.
La Ciudad
no es del gobernante ocasional, es el hábitat de todos, y todos tenemos derecho a reclamar una mejor calidad de vida, así como tenemos la responsabilidad de preservar el
espacio común.
Marta Romero
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