Ecuador: otro
fracaso neoliberal
Mientras siguen las tareas de limpieza y remoción de los escombros en
Quito, lo que será imborrable –no sólo para los
ecuatorianos sino para todo nuestro continente– es
que el neoliberalismo demostró, una vez más, que no es una opción viable para
ningún pueblo del planeta.
Ni el rápido apoyo del resto de los mandatarios latinoamericanos le
sirvió a Lenin Moreno para enfrentar la furia de un pueblo desbordado por la
violencia del ajuste auspiciado por el FMI. La única forma de frenar la
rebelión fue dar marcha atrás con el ajuste. El mandatario ecuatoriano debió
retroceder en chancletas.
El único logro de Moreno fue aplazar el adelantamiento de las
elecciones. Lo que parecía un camino seguro, fue esquivado al precio de tener
que bajar las medidas impopulares que originaron el estallido. Ahora el
gobierno de Ecuador deberá enfrentar otro factor de presión: el FMI reclamará,
tarde o temprano, por el ajuste comprometido.
A los buitres del Fondo no los convencerán echándole
la culpa de todo a Venezuela y al fantasma de Chávez. Para la sucursal del
gobierno estadounidense, Hallowen se festeja a finales de octubre.
Ahora Moreno deberá hacer un recuento de daños y ver cómo sigue. Deberá paliar el efecto dominó que originó
la brutalidad del ajuste: la quita de los subsidios al petróleo provocó una
gran expansión inflacionaria que rápidamente se trasladó al bolsillo de la
gente de a pie. A todo esto, se sumó el desabastecimiento provocado por las
distintas protestas, que arrancaron con un fuerte paro de transporte al que se
fueron sumando las distintas fuerzas populares y que culminó con la gran marcha
indígena sobre Quito.
La era neoliberal latinoamericana naufraga frente a las consecuencias
que trae la aplicación de recetas que ya fracasaron el todo el planeta. Un nuevo horizonte se le abre a las fuerzas
populares, que deberán ser conscientes que si fracasan, la receta de la derecha
siempre será ajuste y represión.
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