El Café de
los Angelitos y su larga historia en Balvanera
ANTIGUA FOTO DEL VIEJO CAFÉ |
La historia se remonta al año 1890 cuando el Café (un bodegón como los tantos que
compartieron el barrio) fue inaugurado con el nombre
de Bar Rivadavia por el inmigrante
italiano Bautista Fazio y desde entonces ocupa la esquina SE de Rivadavia y Rincón.
Sus instalaciones eran precarias, con piso
de tierra apisonada y modesto mobiliario; por
aquellos años se trataba de un barrio ubicado en las orillas de la ciudad, ya
que la urbanización terminaba en las hoy avenidas Entre Ríos-Callao, antes un angosto camino de tierra donde
abundaban los tunales y los pantanos, por lo cual se lo conocía como “Calle de las Tunas” (por entonces esta planta de la familia de las cactáceas, era utilizada como cercos restrictivos de las quintas, en aquellos
tiempos no se
conocía el alambrado que recién se populariza en el país hacia el año 1855).
Tanto el barrio, como el bodegón, eran frecuentados por sectores
populares, y rápidamente éste último se convirtió en punto de reunión y
sociabilidad, caracterizado por la presencia de compadritos y
mujeres referidas entonces como "negras", "pardas" y
"chinas". Fue uno de los principales centros de payada –forma
principal de la canción popular porteña hasta 1920–, payadores
afro argentinos como Gabino Ezeiza e Higinio D. Cazón, y también José Betinotti, estaban entre sus habitués.
EL CAFÉ EN LA ACTUALIDAD |
Desde 1912, Carlos Gardel –que vivió en la calle Rincón 137 entre los años 1926 y 1928, donde una placa
lo documenta– y José Razzano establecieron en el Café
de los Angelitos la mesa de su "barra", hasta comienzos de los años
1930, y también en este mítico café firmó
un contrato con la Casa Odeón, junto a Razzano, en 1917.
Aquel bodegón que quedaba a cuatro cuadras del Mercado Mayorista
Spinetto y era la parada de changarines y jornaleros, fue comprado aproximadamente en 1920 por Ángel Salgueiro, quien lo refaccionó y le dio el nombre de “Café de los Angelitos”, aprovechando
una vieja anécdota atribuida a un comisario de Balvanera, que acostumbraba decir: "Voy a ver a mis angelitos",
cada vez que había un hecho de sangre en el barrio. Así había bautizado a la
banda de malandrines y cuchilleros que paraban en el Rivadavia.
Salgueiro le instaló dos ángeles de yeso
en la puerta y le cambió el nombre. Fue un golpe de suerte, el bar se convirtió
en un clásico entre los tangueros de la época.
PLACA CONMEMORATIVA EN SU FRENTE |
En 1927 se
construyó a pocos metros la “Casa del
Pueblo”, sede del Partido Socialista, razón por la cual el café comenzó a
ser frecuentado por muchos dirigentes políticos pertenecientes a ese partido. Otros
personajes habituales fueron Osvaldo Pugliese, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Julio de Caro, los actores Roberto Casaux y Florencio Parravicini; los políticos Juan B. Justo y Alfredo
Palacios, sin olvidarnos del poeta lunfardesco Carlos de la Púa ni del médico y pensador José Ingenieros.
Un tango con ese nombre fue escrito por Cátulo Castillo y
José Razzano en 1945, que nombra a Gabino y Cazón, dos famosos payadores que
alguna vez se habrán trenzado en un contrapunto en el antiguo bodegón de piso
de tierra apisonada.
Luego de
sucesivas crisis económicas, en enero de 1992, sus dueños decidieron cerrar el
negocio tras 100 años de existencia y el lugar quedó abandonado, deteriorándose
a tal punto que se ordenó su demolición.
Entonces, un
grupo de vecinos tesoneros, para protestar contra su desaparición, organizaron
todos los miércoles una milonga improvisada en la calle para salvarlo, no ya al
edificio con serias deficiencias edilicias, sino para salvaguardar la tradición
de esa esquina que es parte de la propia historia del barrio.
El edificio fue demolido y luego reconstruido preservando el nombre y
la historia, finalmente se reinaugura en el año 2007. Los angelitos
coronan la entrada y el mítico café vuelve entonces a ser un lugar
representativo del tango.
Empero ya no es el mismo, cambió su fisonomía y cambió su
clientela, aunque todas las noches se puede apreciar un espectáculo tanguero que
recorre todo un siglo de historia de esta danza arrabalera que tanto atrae a
los turistas. Para los más puristas, el espíritu del lugar se perdió. Lejos
quedó aquél bodegón de barrio y nos puede chocar un poco el aspecto renovado y
hasta un poco plástico, aunque persiste en el aire ese toque de
principios de siglo pasado, sigue allí en sus mesas y sillas típicas, en los
azulejos, en los vitraux estilo Belle
Époque y hasta en el lugar destinado a los músicos. Las
fotografías antiguas que adornan las paredes recuerdan la historia agitada de
esta histórica esquina de Balvanera del
desaparecido:
“¡Café de los Angelitos!
¡Bar de Gabino y Cazón!
Yo te alegré con mis gritos
en los tiempos de Carlitos
por Rivadavia y Rincón.”
¡Bar de Gabino y Cazón!
Yo te alegré con mis gritos
en los tiempos de Carlitos
por Rivadavia y Rincón.”
Detrás de las puertas de vidrio, no queda casi nada del
antiguo café. Un poco, porque el derrumbe barrió con gran parte de las
instalaciones, pero también por una elección de los dueños actuales. "El café era sólo un galpón común y
corriente, lo importante es el espíritu y eso es lo que queremos
recuperar", explica el nuevo director comercial Jorge Tejada. Para
encontrarlo lanzaron una convocatoria para que la gente lleve objetos y fotos
del bar. ¿Será posible retroceder en el tiempo?
No es posible volver la historia atrás, pero lo que sí es
posible y además necesario es conservar la memoria histórica de un rico pasado
para que no se nos escurra entre los dedos. Al menos fue declarado “Sitio de interés cultural - Símbolo de la
memoria de Balvanera” por la Legislatura de Buenos Aires en el año 2004, y tal
vez esta placa que luce el actual moderno café sea lo único que indica que el lugar tiene
mucha historia que no muchos conocen y tampoco se esfuerzan por conocer.
Tampoco las autoridades municipales se interesaron demasiado
por señalizar adecuadamente este lugar que cumplió un ciclo histórico rico en
anécdotas, de las que fueron parte “grandes” de nuestra música
popular. Sólo queda el relato y el recuerdo de viejos vecinos que, como el
antiguo café, van desapareciendo por el lógico transcurrir del tiempo.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
--Ibáñez
Padilla, Una reina en el barrio de Congreso, Cuadernos de
Bs. As., 1970.
--https://buenosairesconnect.com/cafe-angelitos-tango-bar-notable-balvanera/
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