Carlos Gardel, figura inolvidable del Abasto
A más de
ochenta años: nueva risa de Gardel en fotos “recientes” con Charles Chaplin
Como la inaccesible
incógnita en la comisura
de Mona Lisa, el fijo gesto del payaso creado por Víctor Hugo para El hombre que ríe, o la desesperación de
Marcel Marceau por arrancar una perenne alegría de su
rostro, Carlos Gardel ha quedado hasta en la
trágica mueca de su óbito exhibiendo aquella dentadura impecable que lució
el cuarto menguante de
su sonrisa eterna.
Estereotipo acaso cultivado por él, ya que en su profusa iconografía
apenas sólo una vez apareció Gardel entre un grupo de amigos excediéndose hacia la carcajada.
Hasta que recientemente apareció al fin la carcajada misma.
Tan excepcional y espontáneo festejo necesitó de un genio para provocarlo, según ha trascendido al difundirse el archivo personal de
Charles
Chaplin (en su momento y por mucho
tiempo “el
hombre más famoso del mundo”) desde su residencia
de Corsiere-sur-Vevey (Suiza) ahora hecha museo, mediante nuevas fotografías del
encuentro con Gardel en Niza.
Como es sabido, en 1931 Chaplin efectuó una
gira europea presentando su flamante película Luces de la ciudad, alternando en ese periplo con diversas personalidades. Desde Mohandas Gandhi (el famoso Mahatma), al futuro
primer ministro británico Winston Churchill, pasando por la naciente Marlene
Dietrich o el dramaturgo irlandés George Bernard
Shaw. Y entre
todos ellos también con Carlos Gardel que estaba actuando en Niza. Aunque solo muy accidentalmente parece haber
pasado Chaplin por allí, según su interés sentimental
por la bailarina húngara May Reeves
a la que dedicó después dos o tres páginas de sus memorias
recordando aquellos días, e ignorando a nuestro
artista en una omisión
para no sorprender si incurrió en otras mucho más trascendentes dentro de
su vida artística y
personal. Ella en cambio sí recordó a Gardel cuatro años después al editar su intimidad
con Chaplin: “...un cantor
argentino cantó en su honor mientras Chaplin
(...) cortaba una torta enorme con un cuchillo descomunal”.
Esas fotografías permiten suponer que hubo más de un encuentro entre Gardel y Chaplin,
mostrando algunas cierta
intimidad, otras un amplio salón y siempre
con la compañía de la acaudalada Sadie Wakefield, quien mucho iba influir en los contactos
de Gardel con la Paramount para acceder al cine sonoro de largometraje, que ese mismo año iba concretar
con Las luces
de Buenos Aires.
Destacando entre las primeras un Chaplin
componiendo mímicas ante las que Gardel ríe inicialmente para después estallar en risotada, como nunca mostró ni iba
a mostrar en el
profuso registro gráfico de su vida.
De
aquel momento, Julio De Caro iba a rescatar que con
su orquesta interpretó el tango El monito bailado por Chaplin, mientras sirvió
a Gardel para
evocar el Abasto en carta escrita a su madre: “...ayer me presentaron a Charlie Chaplin, es
un hombre bajito, muy simpático y casi completamente
igual al Charlot que nos hacía reír hasta hace
poco en el cine de la calle Anchorena...”.
Juan Carlos Portas
Lector de
Primera Página de Lago Puelo (Chubut)
Fuentes:
-Carlos Gardel,
Simón Collier, Sudamericana, Bs. As., 1986.
-Charles Chaplin
intíme, May Reeves, Gallimard, Paris, 1935.
-El tango en mis
recuerdos, Julio de Caro, Centurión, Bs. As., 1964.
-Gardel, la
biografía, Julián y Osvaldo Barsky, Taurus, Bs. As., 2004.
-Mi autobiografía,
C. Chaplin, Debate, 1989.
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