El desaparecido bar O’Rondeman: el Abasto, Gardel y la
familia Traverso
Lamentablemente, como viene ocurriendo
con gran parte del patrimonio histórico del barrio, el antiguo bar O´Rondeman de Humahuaca 3202,
en la esquina SO con
Agüero, fue presa de la piqueta, sin previo
aviso, burlando leyes y reglamentaciones vigentes, o acomodándolas a los
intereses inmobiliarios, aprovechando el alto valor especulativo de la tierra
en la zona.
La historia del bar se remonta a los
años 1893 cuando se inaugura el primer edificio del Mercado de Abasto, con el traslado de los puesteros del Mercado
Modelo de Plaza Lorea, que también cae bajo la piqueta, para dar lugar a la
Avenida de Mayo. Así esta
zona –antiguamente de quintas–
comienza a poblarse de negocios,
depósitos, corralones, cafetines, fondas y prostíbulos, como respuesta al
importante movimiento de los puesteros, changarines y carreros que acudían
diariamente a entregar productos frescos de las quintas cercanas o más
alejadas.
Constancio Traverso en el Comité Conservador del Abasto, en Anchorena 666 |
La fonda O’Rondeman (que
significa abundancia, en dialecto
genovés), regenteada por el genovés Agustín Traverso, que estaba casado con María Stagno y se instala con su familia en una amplia casona de
dos plantas, ubicada en la entonces calle Laprida 534 (hoy Agüero), con ochava
al SO en la esquina con Humahuaca. La planta baja –de unos 150 m2– la destina a la
fonda, mientras que el piso superior servirá para
el asiento de la familia. La casona, además,
contará como todos los locales afines en aquellos tiempos con bodega y
depósito. Numerosas mesas redondas con tapa circular de mármol se desplegaban
en el salón, con el típico sector reservado, también habitual entonces.
Los Traverso tenían ocho hijos, cuatro
varones y cuatro mujeres, de ellos serían los hombres quienes trascenderían en
la sociedad machista de la época, por las buenas o no tan buenas acciones, que
les asignaba la sociedad de entonces.
El mayor de los hijos era Constancio, nacido en 1867. Le seguían José
“Cielito” (1873), Alberto “Yiyo” (1880) y Félix “Felicín” (1886). Las mujeres
eran Luisa, Florinda, Benedita y Palmira, todas ellas se casaron con personas
vinculadas a la actividad del Abasto.
El entierro de Yiyo Traverso (1923), íntimo de Gardel |
Al morir Don Agustín (su
fundador) se hizo cargo del negocio Alberto
“Yiyo”, y más tarde también se incorpora Félix Traverso (hijo de Felicín). Sin embargo, a pesar de ser una
familia muy grande, llegó a haber distintos socios según la época, como Luis
Landoni, César Menotti, Luis “Gigi” Giagnoni y
Carlos Girola, entre otros.
La fonda O’Rondeman pasaría a ser un sitio inseparable del entorno y
la historia del mercado, así como del cantor Carlos Gardel, quien hará sus primeras armas precisamente en este lugar
y al amparo de Don Yiyo –su
padre adoptivo–, según ambos
lo reconocieron.
No sólo trascendía aquella taberna por su buena comida, sino por el
desfile de figuras y personalidades, como cantantes, jockeys, payadores,
políticos y futbolistas, que acaparaban la atención de la sociedad del momento.
Constancio Traverso, el mayor de los hermanos, se convirtió
en un temido y respetado caudillo del Partido Autonomista Nacional (Conservador) que respondía al liderazgo de Benito
Villanueva, Pedro Cernadas y Alberto Barceló que regenteaba el famoso comité de
la calle Anchorena 666, verdadero depósito de libretas de enrolamiento en “olvidables”
tiempos electorales (entonces las mujeres no votaban), con un anexo en
Corrientes 3181, convertido en uno de los garitos más famosos antes del
Centenario.
Dibujo de Don Yiyo, uno de los hermanos Traverso que regenteó el café |
Según escribe Edmundo Guibourg: “El comité aquel era típico de la época del
novecientos, con todas las características que describieron José Antonio
Saldías, Alberto Vacarezza y Carlos Mauricio Pacheco en sus sainetes, con algo
de ese clima que mi cuñado Samuel Eichelbaum puso en ‘Un guapo del 900’”.
Una anécdota en O’Rondeman allá por
1916, que muestra la notable influencia que
ejercía Constancio en el barrio: tras una de las
grescas habituales en la zona, intervino la policía y se llevó detenidos a
varios parroquianos, entre ellos a la dueña del
restaurante, María Stagno, su madre. Al pasar
las horas sin que la liberaran, avisaron a
Constancio, que corrió a la seccional. Cuando era interpelado sobre la
detención de la señora, el comisario le espeta: “¿Y a usted quién le dio vela
en este entierro?”, pero antes de terminar la
frase y sin mediar palabra, Constancio le aplicó
tal puñetazo que lo desmayó instantáneamente, y tomando de la mano a su madre
se la llevó de la comisaría. Al día siguiente el comisario estaba cesante. Benito
Villanueva le recomendó que le pidiera disculpas
a Constancio, un mal trago que debió soportar
para recuperar su puesto.
En el año 1916, con la vigencia ya de la Ley Sáenz Peña, comenzó a
decaer (en parte) el poder de los caudillos y, para la crucial elección de ese
año, Constancio se confió en repartir dos billetes flamantes de diez pesos para
garantizar el voto de quienes conocerían por primera vez un cuarto oscuro. Se
llevó una gran sorpresa cuando tras el escrutinio se comprobó el amplio triunfo
del líder radical Hipólito Yrigoyen y el Partido Socialista recogió un
insospechado número de sufragios. En la sección, quienes se quedaron con los
dos billetes nuevitos votaron preferentemente en contra del conservadorismo.
Benito Villanueva sentenció: “Bueno, ahora hay que retirarse de la política”, sin
embargo volverían con el tiempo otros nuevos caudillos conservadores aggiornados
al momento.
Constancio Traverso fallecía pocos meses después, el 31 de
agosto de 1917, cuando tenía sólo 50 años. En nada significaba el final del
conservadorismo ni de la oligarquía, que continuaría dando guerra, tal vez con
métodos más sutiles, por muchos años más.
Félix
Traverso (“Felicín”, como
se lo conocía familiarmente), era el menor de los cuatro hermanos, poco se sabe
de él, sólo que murió joven, cuando pasaba apenas los 20 años, su final empezó
a raíz de un hecho de índole policial, en una de las típicas reyertas de la
época, un 5 de mayo de 1907. Fue en el O’ Rondeman, tras un tumulto en que
asesinaron de una puñalada a Francisco Cattadi, “Felicín” fue acusado de esa
muerte, por lo que en un primer momento huyó pero luego decidió entregarse.
Juzgado y condenado, murió poco después de ingresar a la cárcel.
José “Cielito” Traverso fue también protagonista de un grave
hecho de sangre en la noche del 22 de diciembre de 1901, en el almacén “El
Tambito”, de Aquiles Giardini, en Av. Sarmiento y Vieytes, en los bajos de
Palermo, durante las famosas “indiadas” que acostumbraban a cometer los
llamados “niños bien” de la sociedad porteña, con el fin de divertirse
provocando a los guapos. Según la crónica aparecida en La Prensa del día siguiente, en aquella oportunidad Juan Carlos
Argerich (El Vidalita) tuvo un altercado con los músicos, que se negaron a
tocar la pieza La Tirana. Argerich
les arrojó una copa, cosa que enfureció a “Cielito” que salió en defensa de los
músicos. De resultas de la batalla, Argerich quedó herido en el suelo, es
internado en el Hospital del Norte y fallece pocos días después. José “Cielito”
Traverso fue culpado del homicidio, “crimen en reyerta”, y le dieron cuatro
años de prisión. Nuevamente recurren a las influencias políticas de Benito
Villanueva y logran conmutar la pena de Cielito
por la de destierro al Uruguay; maniobra que provocó violentos editoriales en los diarios, a
pesar de los cuales, y por el posible “fraude patriótico”, Villanueva derrotó a
Carlos Pellegrini en la elección de senadores nacionales. Cielito falleció en
el Uruguay el 8 de julio de 1921, a los 47 años.
Fue Alberto “Yiyo” Traverso
quien se mantuvo al frente de la mítica fonda O’Rondeman, donde se ofrecían
platos de buena calidad, con la esmerada atención personal del propio “Don
Yiyo”, un hombre que a diferencia de sus hermanos tenía amplia bondad y
generosidad. De contextura bien robusta, con el tiempo llegó a pesar 170 kilos,
sin embargo aquello no le quitaba agilidad como para moverse entre las mesas y
controlar la atención que cumplía su personal. Cuando alguien se quejaba de
algún plato, lo tomaba en sus manos y se lo engullía en segundos, para
demostrar lo óptimo de su mercadería. Algunos hasta lo incitaban, tan sólo para
presenciar aquella prueba. Yiyo tenía hambre permanentemente y podía comer
tantas veces como se lo propusiera, y como postre podía consumir varias docenas
de naranjas.
En la trastienda de la casa, Yiyo
recibía a la clientela más selecta: César Librandi (Granolina), Domingo Vito
(Mingo Daguita), Andrés de Filipo (El Flaco), Manuel Riccio, entre otros, y por
supuesto al Morocho, Carlos Gardel, por quien tenía una paternal debilidad.
Otro que pertenecía al grupo era el “Tanito” Oriente, gran guitarrista que
acompañaba a Gardel. En aquella trastienda, El Morocho guardaba su guitarra.
Fueron famosas las payadas que se dieron en el lugar, en tertulias que
se prolongaban hasta varias horas pasada la medianoche. Los cantores entonaban
sus motivos criollos; allí también se escucharon Don Juan, La Morocha y
otros tangos, aún antes de que se estrenaran en público, eran una verdadera premiere en aquel templo tanguero.
En el año 1923 Don Yiyo comenzó a sentir los primeros amagos del
corazón, hasta que el domingo 22 de julio, a los 43 años de edad, murió. Ese
día corría en Palermo su yegua “Dinga” y antes de morir, para colmo, alcanzó a
enterarse de que no había salido ni “a placé”. Así desaparecía el último de los
famosos hermanos Traverso.
El Abasto estaba de duelo. Gardel, que cumplía dos actuaciones diarias
en el Teatro Empire, de Corrientes y Maipú, se entera de la noticia en momentos
en que recogía fervientes aplausos del público. Su sonrisa se quebró; aquella
noche Gardel lloró por Yiyo, el padre que no tuvo.
Tiempo después, en una gira por París y en el apogeo de su fama, Juan
Pizarro, otro músico del Abasto le preguntó: “¿Morocho, te acordás de Yiyo?”, tras un momento de
nostalgia, con los ojos nublados y la mirada en la lejanía, Carlos respondió:
“¡Pobre Yiyo!, me quería tanto que la última vez que lo vi le hice afeitar los
bigotes; lo había convencido de que estaban pasados de moda”.
A partir de allí el negocio pasó a manos de su sobrino Félix, quien se
asoció con Carlos Girola. La fonda permaneció abierta durante once años más,
hasta 1934 cuando cerró sus puertas definitivamente. En 1935 el local se
dividió en dos. Sobre la esquina de Humahuaca se abrió un depósito de fruta, y
sobre Agüero se instaló el café y restaurante “El nuevo japonés”.
Años más tarde la esquina quedó abandonada y las autoridades jamás
tomaron en cuenta los pedidos de preservar el sitio como centro de interés
histórico, por Carlos Gardel y por la memoria de una época, hasta que en el año
2007 fue demolida para construir en su lugar un edificio de propiedad
horizontal.
Hoy el barrio reclama que al menos se coloque una placa que diga algo
así como: “Aquí, en este predio, existió la mítica fonda
O’Rondeman de los hermanos Traverso, donde hizo sus primeras presentaciones
Carlos Gardel”.
Todo artista tiene un comienzo
y el de Gardel estuvo vinculado al fascinante mundo del Abasto, en el corazón
de la Buenos Aires de 1900, y la fonda O´Rondeman, de los Traverso, supo ser la cuna artística del máximo
cantor rioplatense.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Guibourg, Edmundo, En
la memoria de un amigo, en http://www.todotango.com/spanish/gardel/cronicas/memori
-Matamoro, Blas, Carlos Gardel,
Historia Popular, CEAL, 1971.
-Matamoro, Blas, Historia del
Tango, Historia Popular, CEAL, 1971.
-Zatti, Rodolfo Omar, Gardel en
el Abasto, Corregidor, 2005.
-http://www.geomundos.com.cultura/gardeloriental/testigos-del-france
No hay comentarios:
Publicar un comentario