sábado, 2 de marzo de 2019

EL DESAPARECIDO BAR O´RONDEMAN


El desaparecido bar O’Rondeman: el Abasto, Gardel y la familia Traverso




Lamentablemente, como viene ocurriendo con gran parte del patrimonio histórico del barrio, el antiguo bar O´Rondeman de Humahuaca 3202, en la esquina SO con Agüero, fue presa de la piqueta, sin previo aviso, burlando leyes y reglamentaciones vigentes, o acomodándolas a los intereses inmobiliarios, aprovechando el alto valor especulativo de la tierra en la zona.
La historia del bar se remonta a los años 1893 cuando se inaugura el primer edificio del Mercado de Abasto, con el traslado de los puesteros del Mercado Modelo de Plaza Lorea, que también cae bajo la piqueta, para dar lugar a la Avenida de Mayo. Así esta zona antiguamente de quintascomienza a poblarse de negocios, depósitos, corralones, cafetines, fondas y prostíbulos, como respuesta al importante movimiento de los puesteros, changarines y carreros que acudían diariamente a entregar productos frescos de las quintas cercanas o más alejadas.

Constancio Traverso en el Comité Conservador del Abasto, en Anchorena 666

La fonda O’Rondeman (que significa abundancia, en dialecto genovés), regenteada por el genovés Agustín Traverso, que estaba casado con María Stagno y se instala con su familia en una amplia casona de dos plantas, ubicada en la entonces calle Laprida 534 (hoy Agüero), con ochava al SO en la esquina con Humahuaca. La planta baja –de unos 150 m2– la destina a la fonda, mientras que el piso superior servirá para el asiento de la familia. La casona, además, contará como todos los locales afines en aquellos tiempos con bodega y depósito. Numerosas mesas redondas con tapa circular de mármol se desplegaban en el salón, con el típico sector reservado, también habitual entonces.
Los Traverso tenían ocho hijos, cuatro varones y cuatro mujeres, de ellos serían los hombres quienes trascenderían en la sociedad machista de la época, por las buenas o no tan buenas acciones, que les asignaba la sociedad de entonces.
El mayor de los hijos era Constancio, nacido en 1867. Le seguían José “Cielito” (1873), Alberto “Yiyo” (1880) y Félix “Felicín” (1886). Las mujeres eran Luisa, Florinda, Benedita y Palmira, todas ellas se casaron con personas vinculadas a la actividad del Abasto. 

El entierro de Yiyo Traverso (1923), íntimo de Gardel 

Al morir Don Agustín (su fundador) se hizo cargo del negocio Alberto “Yiyo”, y más tarde también se incorpora Félix Traverso (hijo de Felicín). Sin embargo, a pesar de ser una familia muy grande, llegó a haber distintos socios según la época, como Luis Landoni, César Menotti, Luis “Gigi” Giagnoni y Carlos Girola, entre otros.
La fonda O’Rondeman pasaría a ser un sitio inseparable del entorno y la historia del mercado, así como del cantor Carlos Gardel, quien hará sus primeras armas precisamente en este lugar y al amparo de Don Yiyo su padre adoptivo, según ambos lo reconocieron.
No sólo trascendía aquella taberna por su buena comida, sino por el desfile de figuras y personalidades, como cantantes, jockeys, payadores, políticos y futbolistas, que acaparaban la atención de la sociedad del momento.
Constancio Traverso, el mayor de los hermanos, se convirtió en un temido y respetado caudillo del Partido Autonomista Nacional (Conservador) que respondía al liderazgo de Benito Villanueva, Pedro Cernadas y Alberto Barceló que regenteaba el famoso comité de la calle Anchorena 666, verdadero depósito de libretas de enrolamiento en “olvidables” tiempos electorales (entonces las mujeres no votaban), con un anexo en Corrientes 3181, convertido en uno de los garitos más famosos antes del Centenario.


Dibujo de Don Yiyo, uno de los hermanos Traverso que regenteó el café


Según escribe Edmundo Guibourg: “El comité aquel era típico de la época del novecientos, con todas las características que describieron José Antonio Saldías, Alberto Vacarezza y Carlos Mauricio Pacheco en sus sainetes, con algo de ese clima que mi cuñado Samuel Eichelbaum puso en ‘Un guapo del 900’”.
Una anécdota en O’Rondeman allá por 1916, que muestra la notable influencia que ejercía Constancio en el barrio: tras una de las grescas habituales en la zona, intervino la policía y se llevó detenidos a varios parroquianos, entre ellos a la dueña del restaurante, María Stagno, su madre. Al pasar las horas sin que la liberaran, avisaron a Constancio, que corrió a la seccional. Cuando era interpelado sobre la detención de la señora, el comisario le espeta: “¿Y a usted quién le dio vela en este entierro?”, pero antes de terminar la frase y sin mediar palabra, Constancio le aplicó tal puñetazo que lo desmayó instantáneamente, y tomando de la mano a su madre se la llevó de la comisaría. Al día siguiente el comisario estaba cesante. Benito Villanueva le recomendó que le pidiera disculpas a Constancio, un mal trago que debió soportar para recuperar su puesto.
En el año 1916, con la vigencia ya de la Ley Sáenz Peña, comenzó a decaer (en parte) el poder de los caudillos y, para la crucial elección de ese año, Constancio se confió en repartir dos billetes flamantes de diez pesos para garantizar el voto de quienes conocerían por primera vez un cuarto oscuro. Se llevó una gran sorpresa cuando tras el escrutinio se comprobó el amplio triunfo del líder radical Hipólito Yrigoyen y el Partido Socialista recogió un insospechado número de sufragios. En la sección, quienes se quedaron con los dos billetes nuevitos votaron preferentemente en contra del conservadorismo. Benito Villanueva sentenció: “Bueno, ahora hay que retirarse de la política”, sin embargo volverían con el tiempo otros nuevos caudillos conservadores aggiornados al momento.
Constancio Traverso fallecía pocos meses después, el 31 de agosto de 1917, cuando tenía sólo 50 años. En nada significaba el final del conservadorismo ni de la oligarquía, que continuaría dando guerra, tal vez con métodos más sutiles, por muchos años más.
Félix Traverso (“Felicín”, como se lo conocía familiarmente), era el menor de los cuatro hermanos, poco se sabe de él, sólo que murió joven, cuando pasaba apenas los 20 años, su final empezó a raíz de un hecho de índole policial, en una de las típicas reyertas de la época, un 5 de mayo de 1907. Fue en el O’ Rondeman, tras un tumulto en que asesinaron de una puñalada a Francisco Cattadi, “Felicín” fue acusado de esa muerte, por lo que en un primer momento huyó pero luego decidió entregarse. Juzgado y condenado, murió poco después de ingresar a la cárcel.
José “Cielito” Traverso fue también protagonista de un grave hecho de sangre en la noche del 22 de diciembre de 1901, en el almacén “El Tambito”, de Aquiles Giardini, en Av. Sarmiento y Vieytes, en los bajos de Palermo, durante las famosas “indiadas” que acostumbraban a cometer los llamados “niños bien” de la sociedad porteña, con el fin de divertirse provocando a los guapos. Según la crónica aparecida en La Prensa del día siguiente, en aquella oportunidad Juan Carlos Argerich (El Vidalita) tuvo un altercado con los músicos, que se negaron a tocar la pieza La Tirana. Argerich les arrojó una copa, cosa que enfureció a “Cielito” que salió en defensa de los músicos. De resultas de la batalla, Argerich quedó herido en el suelo, es internado en el Hospital del Norte y fallece pocos días después. José “Cielito” Traverso fue culpado del homicidio, “crimen en reyerta”, y le dieron cuatro años de prisión. Nuevamente recurren a las influencias políticas de Benito Villanueva y logran conmutar la pena de Cielito por la de destierro al Uruguay; maniobra que provocó violentos editoriales en los diarios, a pesar de los cuales, y por el posible “fraude patriótico”, Villanueva derrotó a Carlos Pellegrini en la elección de senadores nacionales. Cielito falleció en el Uruguay el 8 de julio de 1921, a los 47 años.
Fue Alberto “Yiyo” Traverso quien se mantuvo al frente de la mítica fonda O’Rondeman, donde se ofrecían platos de buena calidad, con la esmerada atención personal del propio “Don Yiyo”, un hombre que a diferencia de sus hermanos tenía amplia bondad y generosidad. De contextura bien robusta, con el tiempo llegó a pesar 170 kilos, sin embargo aquello no le quitaba agilidad como para moverse entre las mesas y controlar la atención que cumplía su personal. Cuando alguien se quejaba de algún plato, lo tomaba en sus manos y se lo engullía en segundos, para demostrar lo óptimo de su mercadería. Algunos hasta lo incitaban, tan sólo para presenciar aquella prueba. Yiyo tenía hambre permanentemente y podía comer tantas veces como se lo propusiera, y como postre podía consumir varias docenas de naranjas.
En la trastienda de la casa, Yiyo recibía a la clientela más selecta: César Librandi (Granolina), Domingo Vito (Mingo Daguita), Andrés de Filipo (El Flaco), Manuel Riccio, entre otros, y por supuesto al Morocho, Carlos Gardel, por quien tenía una paternal debilidad. Otro que pertenecía al grupo era el “Tanito” Oriente, gran guitarrista que acompañaba a Gardel. En aquella trastienda, El Morocho guardaba su guitarra.
Fueron famosas las payadas que se dieron en el lugar, en tertulias que se prolongaban hasta varias horas pasada la medianoche. Los cantores entonaban sus motivos criollos; allí también se escucharon Don Juan, La Morocha y otros tangos, aún antes de que se estrenaran en público, eran una verdadera premiere en aquel templo tanguero.
En el año 1923 Don Yiyo comenzó a sentir los primeros amagos del corazón, hasta que el domingo 22 de julio, a los 43 años de edad, murió. Ese día corría en Palermo su yegua “Dinga” y antes de morir, para colmo, alcanzó a enterarse de que no había salido ni “a placé”. Así desaparecía el último de los famosos hermanos Traverso.
El Abasto estaba de duelo. Gardel, que cumplía dos actuaciones diarias en el Teatro Empire, de Corrientes y Maipú, se entera de la noticia en momentos en que recogía fervientes aplausos del público. Su sonrisa se quebró; aquella noche Gardel lloró por Yiyo, el padre que no tuvo.
Tiempo después, en una gira por París y en el apogeo de su fama, Juan Pizarro, otro músico del Abasto le preguntó: “¿Morocho, te acordás de Yiyo?”, tras un momento de nostalgia, con los ojos nublados y la mirada en la lejanía, Carlos respondió: “¡Pobre Yiyo!, me quería tanto que la última vez que lo vi le hice afeitar los bigotes; lo había convencido de que estaban pasados de moda”.
A partir de allí el negocio pasó a manos de su sobrino Félix, quien se asoció con Carlos Girola. La fonda permaneció abierta durante once años más, hasta 1934 cuando cerró sus puertas definitivamente. En 1935 el local se dividió en dos. Sobre la esquina de Humahuaca se abrió un depósito de fruta, y sobre Agüero se instaló el café y restaurante “El nuevo japonés”.
Años más tarde la esquina quedó abandonada y las autoridades jamás tomaron en cuenta los pedidos de preservar el sitio como centro de interés histórico, por Carlos Gardel y por la memoria de una época, hasta que en el año 2007 fue demolida para construir en su lugar un edificio de propiedad horizontal.
Hoy el barrio reclama que al menos se coloque una placa que diga algo así como: “Aquí, en este predio, existió la mítica fonda O’Rondeman de los hermanos Traverso, donde hizo sus primeras presentaciones Carlos Gardel”.
Todo artista tiene un comienzo y el de Gardel estuvo vinculado al fascinante mundo del Abasto, en el corazón de la Buenos Aires de 1900, y la fonda O´Rondeman, de los Traverso, supo ser la cuna artística del máximo cantor rioplatense.

Miguel Eugenio Germino


Fuentes:
-Guibourg, Edmundo, En la memoria de un amigo, en http://www.todotango.com/spanish/gardel/cronicas/memori
-Matamoro, Blas, Carlos Gardel, Historia Popular, CEAL, 1971.
-Matamoro, Blas, Historia del Tango, Historia Popular, CEAL, 1971.
-Zatti, Rodolfo Omar, Gardel en el Abasto, Corregidor, 2005.
-http://www.geomundos.com.cultura/gardeloriental/testigos-del-france






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