Un espacio teatral con una larga
y compleja historia porteña
FOTO HISTÓRICA DEL TEATRO |
El Teatro del Picadero (también conocido como El Picadero a secas), fue un teatro de la ciudad de Buenos Aires
que surgió a comienzos de la década de 1980 y fue conocido por ser la sede de Teatro Abierto, un ciclo que se
enfrentó a la dictadura militar que gobernaba en aquella época y que en
venganza lo destruyó con un atentado en 1981.
El edificio fue diseñado en
1926 por el arquitecto italiano Benjamín Pedrotti, para la fábrica alemana de
bujías Bosch, que había pasado a manos norteamericanas luego de la Primera
Guerra Mundial, tomando el nombre de American Bosch. El representante argentino
de la firma era Don Armido Bonelli, quien encargó el diseño a Pedrotti. La obra
estuvo a cargo del constructor A. Carte, y ostentó el logo de la American Bosch
en las molduras de su fachada: la caricatura de un aviador de la Primera
Guerra. La fachada original (foto de tapa de Primera Página, noviembre 2018, número especial 25º
Aniversario) es lo único que se conservó del
incendio de 1981 y ostenta un estilo industrial
muy ecléctico, que hace difícil su encuadre en una corriente arquitectónica.
EL PICADERO: FOTO ACTUAL
El
establecimiento como teatro fue inaugurado el 21 de julio de 1980, por
iniciativa del director Antonio Mónaco y la joven actriz Guadalupe Noble, que
querían fundar un espacio de teatro independiente que se alejara de los cánones
del convencional. Pero su salto a la fama ocurrió al año siguiente, cuando un
grupo de dramaturgos, directores, escenógrafos, técnicos de la escena y
actores, reunidos bajo iniciativa del fallecido dramaturgo Osvaldo Dragún, quisieron demostrar
en plena dictadura que, pese a los intentos por acallarlo, el teatro argentino
todavía existía. Así crearon 21 obras breves de autores nacionales o
nacionalizados que se ofrecían cada tarde a las 18, antes de los espectáculos
que conformaban la programación habitual del teatro. La reacción de la
dictadura fue rápida, y en la madrugada del 6 de agosto, un atentado con bombas
incendiarias provocaron el fuego y la destrucción casi total del teatro. Sólo
se salvaron la fachada y un viejo vestuario. Teatro Abierto tuvo que mudarse al
Tabarís. Mientras tanto, El Picadero quedó cerrado. En 1985, el productor
Lázaro Droznes alquiló la sala para transformarla en un estudio de filmación y
luego lo compró en 1991 y sólo diez años después junto con el director teatral
Hugo Midón hicieron una inversión de 200.000 dólares. Reabrieron el 16 de julio
del 2001. Fue un breve plazo, el estallido económico y social obligó una vez
más a cerrar sus puertas. En 2007, el terreno vecino fue comprado por una
constructora para levantar un edificio para un importante emprendimiento, así comenzó
la demolición interior del viejo teatro. Frente a la oposición de varias asociaciones
por el patrimonio arquitectónico la destrucción fue detenida. Después de varias
negociaciones finalmente El Picadero pasó a
manos del productor teatral Sebastián
Blutrach en junio de 2011. Finalmente el día 23 de mayo del 2012 se reabrió
definitivamente. Ahora el interior, realizado totalmente a nuevo por el
arquitecto Gustavo Keller y el consultor técnico Marcelo Cuervo, cuenta con 260
butacas y un pullman con 32 más. En el hall principal, funcionan una barra y un
bar. Después de diversos usos, permanecer abandonado y puesto en marcha, finalmente el teatro El Picadero está funcionando
con una variada programación.
“La suerte de la fea” de Mauricio Kartun por Paula Ransenberg
Una inspiración poética y voluptuosa en el espectro
teatral porteño
LA SUERTE DE UNA FEA |
Dramaturgia:
no es frecuente el Unipersonal como obra completa en la dramaturgia de Kartun.
Sí, encontramos bellos y exquisitos mini-monólogos en la mayor parte de sus
obras. Siempre con un sentido y sello personal nos envuelve en nostalgias, en
cuestiones de supervivencia y seguramente con muchos guiños hacia el presente. Esta
obra estrenada en el 2016 con el mismo equipo, plantea una simple diferencia, lo
bello o lo feo, dos conceptos subjetivos que convierten este soliloquio en una
pieza teatral mayúscula aunque pequeña desde su duración y formato. Contar
sobre las famosas Orquestas de Señoritas de principios del siglo XX sería
redundar en detalles. Sólo para comprender la obra aclaro que eran famosos los
bares donde bellas mujeres desde un palco decorado fingían tocar instrumentos.
Las verdaderas ejecutantes de Conservatorio, no agraciadas, tocaban detrás de
los cortinados ante un público masculino que se regodeaba y se excitaba con la
visón de estas falsas Euterpes (Euterpe: musa griega de la música y del deleite).
La acción:
transcurre en el palco dónde actuaba la Orquesta de Señoritas “Los Primores”,
allí una de sus integrantes –no del grupo de las
figurantas, las bellas, si no de las feas que tocaban acompañando mohines y
movimientos sensuales desde la oscuridad–, nos
cuenta su historia. Ya desde el comienzo empieza a comparar su instrumento
musical, la viola gorda de tesitura más baja y menos lucida con el violín, que
es más pequeño, elegante y considerado. Desde allí recorreremos, entre risas y
sonrisas un camino hacia un destino cada vez más patético y trágico.
El ELENCO: Luciana Dulitzky, es Viola, la fea con suerte. Comienza con cierta ligereza a
contar su infancia, marcada por la madre con la legendaria frase: “la suerte de la fea la bella la desea”. Se desenvuelve dentro del personaje apropiándose de
la mujer que se va rebelando al mandato del sino. Entre las nuevas figurantas
la aparición de Yolanda es clave. Esa mujer sensual y sutilmente provocativa
que erotiza la música que la fea toca con maestría desde el foso, ésa que le agrega en cada adagio, silencio o vivace su
impronta de gestos y mohines, permite encontrar a la fea su propio espacio de
deseo-erótico. En dúo perfecto se funden en la
música ejecutada con gestualidad fingida. Dulitzky hace una creación precisa
que va creciendo en rencor y furia que la lleva a entender su tragedia. Ella es
la verdadera creadora de la música obscena del placer y el deseo, por la cual
los hombres jadean, murmuran. Yolanda está grave, enferma y en esa instancia
Viola se va desarmando. En un estado de frenesí se apropia de su creación, un
disco de pasta grabado en un magnetófono en el último suspiro de la moribunda.
Sueña y delira con la posesión del momento mágico, que la hará salir finalmente
de la oscuridad del foso. Es un interrogante que dejaremos abierto.
La dirección:
Paula Ransenberg y Luciana Dulitzky no es la primera vez
que trabajan juntas en situación opuesta de actriz y directora. Son una
conjunción potente y talentosa. Rasenberg elige una escenografía minimalista y
concreta, el palco decorado rodeado de un foso y algunos elementos
referenciales: un gramófono
con manija (la vieja vitrola), una silla y
algunos pocos elementos más. Un recurso magnífico: en la penumbra un “violista”, Fede Berthet, que acentuará con su
música y sonidos todas las transiciones que exige el texto. Luces que se
acomodan para el mejor lucimiento de la fea.
En: Teatro El
Picadero, Pje. Santos Discépolo 1857, tel: 5199-5793. Domingos 18 hs.
RECOMENDACIONES
(Las entradas también se pueden adquirir con descuentos
por Alternativa Teatral)
“Muerte accidental de
un anarquista” de Darío Fó, con dirección de Leonardo Prestia. En: Teatro El Tinglado, Mario Bravo 948,
4863-1188.
“On Demand”.
El ojo idiota / Obras Breves / “Marines”
de Fabian Caero y “Decir sí” de
Griselda Gambaro. En: El Método
Kairos, El Salvador 4530, 4831-9663.
“Millones de segundos”, escrita y dirigida por Diego Casado Rubio. En: Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378, 4862-7400.
Lilian Kovalenko
No hay comentarios:
Publicar un comentario