Libertad y desenfado en estado puro
La represión feroz de los años 70, especialmente contra los gays, lo obligó a radicarse en Brasil, en el bello paisaje bahiano, donde residió doce años: “Cuando escuché a Vinicius me dije: ‘éste es mi mundo’. Disfrutaba del carnaval, la fiesta era increíble, era el tiempo del Tropicalismo. Caetano Veloso acababa de retornar del exilio. Yo estaba deslumbrado por esa libertad absoluta. Fui tan feliz en Bahía… Allí fui un hippie más, vivíamos en una aldea de pescadores frente al mar, prácticamente sin ropa”, evoca con una sonrisa. Al poco tiempo empezó a trabajar como jefe de prensa en la fundación estatal difundiendo las actividades culturales de Bahía. Luego vivió dos años en París y regresó al país en los 80, justo en el momento en el cual tomaba vuelo el fenómeno del underground porteño, ese movimiento teatral renovador en el cual surgieron verdaderos mitos como Batato Barea y Alejandro Urdapilleta. “Un día me presentan a un tal Batato Barea, ahí cambió mi vida y la de él. Yo ya tenía mucha experiencia en hacer shows. Debuté en Cemento en 1981 con un grupo de rock que yo mismo armé, que se llamaba Tetrabrick. Cantaba rocks, blues y tangos en broma. Mientras me cambiaba de vestuario, Batato entraba y cantaba, hacía una humorada o los maravillosos numeritos que inventaba. Nosotros buscábamos habitar la felicidad de sentir que al fin se podía expresar la libertad sin tanta represión, la llegada de una nueva era”, reflexiona. A propósito de esa etapa, en 2002 publicó la biografía de Batato Barea, Te lo juro por Batato, y en 2004 fue el guionista y presentador del ciclo Historias del Under, emitido en canal (á).
Noy escribió cuatro libros de poemas: El poder de nombrar (1985), Dentellada (1990), La orquesta invisible (2006) y Hebra incompleta (2006), que reúne dicha trilogía. “Mi poesía es la alegría, el desconcierto de descubrir que lo que leo pareciera que no es mío y me gusta. Ahí entonces soy capaz de editarla. Los poemas surgen naturalmente pero después corrijo mucho, soy muy obsesivo”, admite el escritor. En teatro, se destacan las obras Perlas quemadas y Tráfico de Tango. Además, tradujo a la gran poeta brasileña Adelia Prado en El corazón disparado. En el marco de su carácter multifacético, se dio el lujo de actuar en cine, en La dama regresa, Camila, y Yo, la peor de todas. Recientemente estuvo filmando Verano maldito, dirigido por Luis Ortega. Por otra parte, Fabiana Cantilo y Egle Martin grabaron letras de su autoría.
Su vida está plagada de proyectos. Va a ser coprotagonista de una miniserie con Leonor Manso y Mercedes Morán. Asimismo, está terminando el libro Cuentos quemados por el portero y el de poemas Piedra en flor que saldrán el año próximo. Además, está trabajando en una especie de autobiografía elemental y se está por estrenar su unipersonal ¡Ij!…La exhalación, con la actuación de Verónica Piaggio.
Su ligazón con el Abasto parece indestructible: “Yo vivo desde hace 25 años en el barrio. Cuando vine al velorio de Miguel Abuelo, vi un cartel por Agüero que decía ‘Se alquila’. El precio era irrisorio, entonces alquilé, después me fui mudando y ahora ya no puedo dejar el Abasto”, asegura emocionado.
Laura Brosio
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