Recordando a una estupenda actriz
–Nelly, ¿cuándo se sintió atraída por el arte?
–A los 6 años estudiaba piano y
canto, seguí en el Conservatorio de Música y Arte Escénico. Allí tuve como
profesor a Don Antonio Cunil Cabanillas,
quien con el tiempo sería mi director teatral en
muchas oportunidades. Me recibí de profesora de canto, mi registro es
soprano lírica y mezzo soprano. Comencé en
teatros independientes. Nos involucramos no sólo en la actuación, también en
los decorados, vestuarios, etc. En aquellos años por la obra Así es la vida recibimos un hermoso
premio, que aún hoy recuerdo, me sirvió como gran estímulo para desarrollar con
más fuerza mi vocación.
Sus actuaciones en
el teatro incluyen las siguientes obras: Hipocampo, Un ángel llamado Pérez, Un amigo para Lolita, Mamá ternura, Te
casarás Gaspar, Mi querido Carlos, Canallita pero simpático, Papá ternura, El
señor está servido, Mi marido rompió el chupete, Rabanitos para el desayuno, El
canto de la cigarra, Será virgen mi marido, Bajo la garra, Pimienta, Atiendo
viudas y otras, en total 47 títulos.
En el cine protagonizó: Dock Sud, Mercado negro, Esta noche mejor
no, Sucedió en Buenos Aires, El hombre que debía una muerte, Ensayo final, El
último perro, Surcos en el mar, Un italiano en la Argentina (con Vittorio
Gassman), El hombre que hizo el milagro, Campo arado, El barro humano, Mujeres
casadas, Cada amor tiene su aquel, Los mochileros, Así es Buenos Aires, y
muchas otras, que totalizan 53 filmes.
–¿Qué recuerdo tiene del gran
Narciso Ibáñez Menta?
–¡Un grande! Junto a él actué en El carro de la basura en teatro, y en
televisión en Ceremonia secreta de
Marco Denevi, que obtuvo el Premio Nacional de Cultura con su dirección.
Fueron sus grandes
compañeros
del cine y teatro en décadas doradas artistas de talla como Luis Sandrini, Mario Fortuna,
Olinda Bozán, Enrique Serrano, Hugo del Carril, Nelly Meden, Alberto Closas,
Amelia Bence, Zully Moreno, Mario Passano, Angel Magaña, Juan Carlos Mareco,
Olga Zubarry, Ubaldo Martínez, Roberto Escalada, Carlos Cores, Enrique Muiño.
Recuerda del filme El diablo de vacaciones con Vittorio
Gassman, que
mientras filmaba junto al elenco, recorrió
30 países: Brasil, Sudáfrica, Estados Unidos, Australia y más. Esta película
fue la primera en la historia del cine en que se
dio la vuelta al mundo para realizarla.
En radio Splendid tuvo su propio
programa; cantaba tangos y boleros y convocaba a invitados del espectáculo y
público. En televisión participó en todos los canales, en comedias brillantes,
dramas, clásicos
y novelas.
Nos dice: “En La Boca se rodó una
de mis películas preferidas, Dock Sud,
filmada en sus calles, casas y lugares reproducidos en estudios. Tiene
simpatía, emotividad y otros matices sentimentales, muestra la vida popular.”
“En aquel barrio se
afincaron y dejaron sus huellas inmigrantes con sueños de
progreso que eligieron esta tierra para criar a sus hijos. Seres humanos con
quienes me vinculé y no los olvidaré, porque comprobé
la importancia que le dieron a la palabra “amistad”.
Este filme Dock Sud se basa en el caso real de
aquel tranvía
lleno de obreros que cayó al Riachuelo. Un obrero no había tomado ese tranvía,
por eso quedó en situación humilde, mientras los “deudos de las víctimas
mejoraron su nivel gracias a los donativos”. Plantea una interesante
circunstancia: la repentina abundancia de dinero cambia a los amigos y los
afectos se olvidan. Hasta que una seria situación restablece los valores
humanos y los buenos sentimientos de la gente humilde vuelven a surgir.
Cuenta que en el Teatro de la
Ribera –precisamente en La Boca– “actué junto a Juan
Carlos Thorry, María Concepción César y Jorge Barreiro. Mientras estuve allí,
me pareció estar en una pequeña ciudad dentro de una gran ciudad, ir por esas
calles fue “volver a vivir” mi personaje de Dock Sud.
Además me siento orgullosa de la
obra de Quinquela Martín y del reconocimiento mundial que
se le brinda. Son muchos los turistas que vienen a conocer el origen de
los lugares que inspiraron las telas del maestro.”
Esta nota, hecha café de por
medio en su casa de Vicente López un par de años antes de que partiera, tiene
valor de homenaje a quien reveló en su carrera talento, temple y sensibilidad.
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