La obra relevante de un artista genial
Con su
clásico traje gris, corbata y los anteojos
sobre la frente –así se lo solía ver en
animadas reuniones– Clorindo Testa marcó un hito
trascendente en la historia de la arquitectura argentina.
Nos deja a los 89 años, legándonos plasmadas en
nuestra ciudad obras que perdurarán en los años. Entre ellas se encuentran la Cámara de la Construcción (1951), el ex Banco de Londres y América del Sur y
actual Hipotecario (1960), la Biblioteca Nacional (1962), el Hospital Naval (1970), el Centro Cultural Recoleta (1979), el Auditorium de la Paz (1993), la sede
del Colegio de Escribanos de la Capital
Federal (1998) y el proyecto
Universidad Torcuato Di Tella (1998).
En el
interior del país,
creó el Centro Cívico de Santa Rosa (La
Pampa), y el Centro de Interpretación de Mendoza.
Nació en
Nápoles el 10 de diciembre de 1923, pero antes de cumplir el año de vida su familia
se radicó en la Argentina. Estudió arquitectura y conformó la primera graduación
de arquitectos de la nueva Facultad de Arquitectura y Urbanismo (1948).
Se
solazaba diciendo: "Aunque italiano de nacimiento, soy un arquitecto argentino, que
vive y proyecta en Argentina sin perder los lazos con la tierra de mi
padre".
LA BIBLIOTECA NACIONAL |
A los 80
años había recibido el título de Doctor Honoris Causa
de la Facultad de Arquitectura de la Universidad La Sapiencia, de Roma. Allí
residió durante un pequeño lapso, tras su graduación en Buenos Aires becado por
la UBA. De regreso al país en 1952 realizó
su primera exposición, en la Galería Van Riel, de Buenos Aires.
En el año
1953 expuso en el Museo de Arte de Moderno de Río de Janeiro y en el Museum de
Amsterdam. En 1956 participó de la Bienal de Venecia, a finales de la misma
década lo hizo en las muestras de "Siete pintores abstractos",
organizada por el grupo "Boa" y el "Grupo de los cinco". La
pintura fue otra de sus artes, en la que también sobresalió.
Su
modestia lo hacía reticente a celebrar los lauros, que
los tuvo extensos. Fue mencionado en las novelas de Cortázar y de Sábato,
pero él solía repetir: “¿Qué es lo importante sino lo
que uno hace?”.
A pesar
de la edad continuaba con una diaria rutina,
desayunando a las 7 de la mañana en el bar de la Av. Santa Fe, ubicado bajo su estudio, para luego comenzar la jornada laboral, que concluía cuando las
primeras sombras de la noche caían sobre la ciudad.
“Buenos
Aires me gusta porque es la única ciudad que tiene vistas de kilómetros de
largo. Eso no pasa en otras ciudades”, dijo
alguna vez. Y su gran obra, la Biblioteca
Nacional, le da la razón, porque desde sus amplios y grandes ventanales se ve un magnifico panorama del Río de la Plata. La construcción de este edificio fue dificultosa,
por problemas burocráticos y financieros que se
dilataron por más de diez años.
Su trabajo artístico, lleno de talento, ha sido admirable y fecundo;
está presente en la Ciudad para beneplácito de sus habitantes que hoy contemplan
sus líneas de vanguardia. La última de sus
creaciones, la Universidad de Tres
de Febrero, en Villa Lynch, aún no fue inaugurada, recién estará lista para
el año 2015.
Solía recordar
cuando en su infancia observaba a los chicos jugando al fútbol desde el balcón
de su casa de Córdoba y Paraguay, y que marcaban los arcos con la ropa que se
sacaban para sentirse más livianos y libres. Él hoy es libre y nos observa
desde el elevado cielo de un Buenos Aires
soleado, en el que perdura su obra.
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