OXÍGENO,
NECESITAMOS OXÍGENO
TERRENOS QUE A FUTURO SERÁN UN PARQUE "EL DE LA ESTACIÓN" |
El gran escritor soviético Ilya Ehrenburg
–hubo comunistas que entregaron todo por sus ideales y también otros que se aprovecharon de ellos--, Ehrenburg, de quien
tradujo la mayoría de sus obras un desconocido para los medios gráficos llamado
Floreal Mazía, entregó todo por sus
convicciones, y en
oportunidad de su paso por la República Argentina,
fue interpelado en nuestra ciudad por un periodista de “Esto Es”, publicación de dudosa
financiación de los años cincuenta.
La pregunta concreta fue:
–¿Cuál es la mejor cosa que vio
en Buenos Aires?
–Lo más bello que tiene vuestra
hermosa ciudad son los árboles que pueblan sus calles –repuso Ehrenburg sin
pestañear.
Por cierto que tanto el provocador periodista como el escritor
visitante ignoraban que estos árboles cuyas raíces a veces rompen las aceras
emergiendo entre las baldosas, se remontaban al Virreinato de Vértiz, pues por
indicación suya fueron plantados en un paseo llamado “La Alameda”.
Domingo Faustino Sarmiento, el prócer vapuleado por los representantes
del revisionismo histórico, fue un entusiasta del arbolado de Buenos Aires. Sin embargo hasta 1885 el arbolado de calles y
plazas fue escaso. En ese año había algo más de 1.100
en calles y plazas de la ciudad, pero la situación se revirtió en 1891 gracias
a Carlos Thays, director general de Paseos: por su iniciativa en ese año se plantaron 21.250
ejemplares; hacia 1901 había 65.000 y 40 años después 450.000. Las especies mayoritariamente
difundidas fueron el arce, fresno, paraíso, plátano, acacia blanca, tipa y el
bello jacarandá.
Un
artículo publicado en Primera
Página nº 217 de mayo
2013, titulado “Espacios verdes y cemento armado”, se refiere al
abandono de la práctica de arbolar y parquizar las nuevas plazas, sustituyéndolas
desde la década del ‘60 por diseños con cemento
armado, las llamadas “plazas secas” y les atribuye responsabilidad en las recientes
inundaciones. Es cierto que estos espacios no drenan agua de lluvia, pero esto
no es lo peor de ellas.
La
vegetación fija el carbono y libera el oxígeno del dióxido de carbono que
emiten las chimeneas y los escapes de los automotores convencionales que queman
combustibles fósiles, conocidos como hidrocarburos. ¿Usted nunca se ha detenido a pensar de dónde proviene el oxígeno que
respiramos? Pues bien, del pulmón del Planeta Tierra, la selva amazónica,
hoy amenazada por la tala indiscriminada causada por proyectos sojeros. Es
verdad que no es la única fuente de fijación del carbono, algunas algas marinas
también lo hacen, mas ¡ay! lo hacen cada vez menos debido a la acidulación del
mar producto del dióxido de carbono, cuya
concentración creciente es la causa del Cambio Climático, de modo que aquí
tenemos un círculo vicioso.
No
nos hagamos ilusiones, el arbolado y el césped no nos salvarán del desastre,
pero bien pueden ser emblemáticos de nuestra voluntad de sobrevivir, no ya a
las catástrofes que nos plantea el Cambio Climático hoy, sino a las que
irresponsablemente nos conduce la destrucción del Medio Ambiente urbano;
soluciones hay, comencemos exigiendo la creación de nuevos espacios verdes, y
condenemos a las plazas secas
asesinas.
Es
bueno que los vecinos de Almagro y Balvanera reflexionen sobre esto. La lucha de
hoy por el Parque de la Estación puede ser la
simiente de un gran árbol, que nos conduzca al cambio de matriz energética. Guardemos los yacimientos de petróleo y gas natural
para fines más valiosos que producir energías “sucias”. Lo acertado es promover el aprovechamiento de
las “limpias” no sólo para nuestro país sino,
como lo propusimos en el nº 215 de este
periódico, para toda Sudamérica.
Los
bosques de Palermo son una viva expresión de lo que pueden ser sus árboles: ¿hay algo más conmovedor que una avenida bordeada en
primavera por muchos jacarandaes en flor? Aún
cuando muchas de estas flores llegan a cubrir el piso a los pocos días,
pisarlas es un placer hedónico y su delicado perfume embalsama el aire.
Sin
embargo, hay más que las rústicas flores celestes del jacarandá. ¿Pueden ustedes imaginar una mata de rosas
nuevas del Rosedal, en una calle, en una plaza? Yo las vi en la localidad
cordobesa de Cura Brochero, en las estribaciones de Mina Clavero, y a nadie se
le ocurriría, a nadie se le ocurría tomar un ramillete de ellas, ni siquiera a
una atrevida turista porteña.
Claro
está que a los árboles y arbustos hay que cuidarlos. Pero ¿qué es mejor: un
guardián de plaza o un policía cuidando el orden? La respuesta es ideológica,
ideología pura. Nuestro Parque de la Estación estará
cuidado por varios guardianes, y si en él se refugia un “homeless”, un ser humano sin hogar, los guardianes nocturnos lo
cuidarán, no lo echarán a la calle y le permitirán dormir en un banco de plaza.
Ernesto
Mario Leikis
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