Dos teatros que hicieron historia en Balvanera, ambos
desaparecidos, el Teatro Doria y el Teatro Marconi
Además
del centro de Buenos Aires, algunos barrios porteños se caracterizaron por
poseer gran número de teatros, muchos de ellos que integran la gran lista de
teatros independientes, un fenómeno que ocurrió a partir del Teatro
del Pueblo, fundado por Leónidas Barletta y Josefa
Goldar en la década
de 1930, y que alcanzó su época más activa entre 1937 y 1943. En esos años se
llevaron a escena autores nacionales como Roberto
Arlt, Raúl González Tuñón, Álvaro
Yunque, Nicolás Olivari, Carlos
Gorostiza, Juan Carlos Ghiano, Juan Carlos Gené y Osvaldo
Dragún. Se crearon
elencos como La Máscara; el Grupo Juan B.; el Teatro Popular Fray Mocho,
dirigido por Oscar Ferrigno; el Nuevo Teatro, de Alejandra
Boero y Pedro
Asquini; Los Independientes,
reunidos por Onofre Lovero.
El teatrismo
independiente continuó y se expandió a lo largo y a lo ancho tanto de Balvanera
como de Almagro, constituyéndose en una suerte de refugio de la intelectualidad
porteña y de un público que lo sigue firmemente pese a las dificultades
económicas y de medios que éstos presentan.
Sin embargo, existieron otros teatros:
el teatro clásico, que nace en Buenos Aires con “La Ranchería” que permaneció activo
hasta el año 1792, cuando un incendio lo destruyó por completo.
El Teatro Doria
En Rivadavia 1026 de
la antigua numeración (2330 de la actual), Jaime y Pedro Vieyra, legisladores
por Santiago del Estero, construyen un inmenso galpón de 1.500 m2 con salida
hacia Pichincha, cuando corría el año 1878.
Galpón que funcionará
hasta 1883, cuando es trasladado a Plaza Lorea
el 5º Regimiento de Caballería a cargo de Nicolás Levalle, el mismo es arrendado
entonces a los señores Vignoli, Landó y Tagliavecchia, quienes adaptarán la
construcción con paredes de madera y techo de chapa a dos aguas, iluminado a luz
de gas, para convertirlo en el Teatro Doria, así queda inaugurada en la noche
del sábado 13 de agosto de 1887 la aventura de un nuevo teatro, con 36 palcos y
300 plateas.
El Doria será el
primer teatro levantado en Balvanera, a excepción hecha del pequeño teatro de
títeres “Del Recreo” de Alsina 1847 inaugurado en el año 1885.
EL TEATRO MARCONI EMPLAZADO EN EL MISMO LUGAR
El empresario italiano
que lo regenteará, Silvio Giovanetti, un admirador del almirante genovés Andrea
Doria (1498-1560) lo bautizará con aquel nombre en homenaje al marino. Se
levantará el telón con la representación de I due Sargenti y Apoteosis
de la Guerra de África, Massana.
Durante su corta existencia, también se lo conocía como “El Colón del Oeste”.
Allí se cultivó el drama, el sainete criollo y la zarzuela, programación
apreciada por los puesteros de los mercados vecinos –Rivadavia y Spinetto–, ocupantes de
los inquilinatos de la zona y habituales sostenedores de la taquilla del
teatro.
ANTIGUO PROGRAMA DE TEATRO MARCONI
En el Doria actuaron
en distintas épocas el Circo de Raffetto –que dirigía el
popular “Cuarenta Onzas”–, Frank Brown, los hermanos Podestá –con Pepe
encarnando a Pepino el 88–, la Compañía Zucchi-Ottonello, y también fue asiento de la apasionante payada de 1896
entre el uruguayo Juan Nava y el argentino Gabino Ezeiza, que duró tres noches
seguidas.
Grandes
acontecimientos artísticos pasaron por su tablado y se oyeron las distintas
tonadas, los modismos y los colores de los rincones napolitanos, milaneses,
sicilianos y calabreses que se mezclaban con la dramaturgia gauchesca, la
zarzuela y hasta la lucha grecorromana.
Allí se daban cita a
su vez referentes políticos de la época como la Unión Cívica, y socialistas que
colmaban sus instalaciones, como la de los trabajadores anarquistas que en 1897
en número de 4.000 colmaron de bote a bote el lugar.
Ya en las
postrimerías del siglo fue clausurado tras una campaña de salubridad e higiene.
En su lugar, el 24 de diciembre de 1903, se inaugurará el Teatro Marconi, que
nace de los escombros del Doria.
El Teatro Marconi
Todo comenzó en 1901,
cuando Silvio Giovanetti le entrega el desactivado tinglado del Doria a
Guillermo Bonomi, un empresario licorero del barrio, del conocido y
desaparecido Amaro Monte Cúdine, de Belgrano y Pichincha.
Éste contrata los
servicios del arquitecto Juan Bautista Arnaldi, quien efectúa el diseño de un
nuevo edificio rebautizándolo con el nombre de otro italiano famoso: Guillermo Marconi (1834-1937), inventor de la
telegrafía sin hilos.
En sus primeros
tiempos fue un teatro dedicado a la operística, aunque su ubicación –un tanto
alejado del centro– le restó trascendencia, ya que se dedicaba a artistas de
segundo orden; sin embargo por su envergadura se fue constituyendo en un
semillero del Teatro Colón, llegando a ostentar con sus 1.063 butacas el título
de “Catedral Chica de la Lírica”.
Primó allí el
espectáculo regional italiano, desde el genovés Gilberto Govi, hasta Nunziata
Cazzolino, pasando por el extraordinario cómico Ettore Petrolini, que junto con
figuras como Clara Della Guardia, Lydia Borelli, Emma Gramática, Leopoldo
Frégoli y Fátima Miris, hicieron delicias del público.
La operística
italiana y española dejaron el recuerdo de Franca Boni, Alba Regina, Italo
Bertini, Aída Arce y Jan Kiepura, entre otros. Y temporadas líricas memorables con las huellas del tenor Pedro
Novi, y obras como La Traviata, Il Trovattore, Caballería
Rusticana y Rigoletto.
Programación del
Marconi del año 1959
Por sus tablados
desfilaron, a su vez,
importantes figuras de los elencos nacionales, como Blanca Podestá, Francisco
Charmiello, Luis Arata, Tomás Simari, Enrique De Rosas y Andrés Cordero
representando a Juan Tenorio y para Semana Santa, el drama sacro La Pasión.
Brillaron obras como Un guapo del 900 de
Samuel Eichelbaum y Madre Tierra de Alejandro Berutti.
Autores como Enrique
Guastavino, César Tiempo, y Claudio Martínez Paiva, entre otros, lograron
noches gloriosas en este coliseo de Balvanera que fue alcanzado por la piqueta
destructora en el año 1967, haciendo añicos las rosadas ninfas de las aguas, de
los bosques y de la selva que decoraban su cielorraso, así como la sutil
acústica que reproducía los aplausos sostenidos de la importante colectividad italiana
que habitaba la zona y era habitué de este teatro.
Luego todo será
silencio y penumbra y más tarde sólo subsistirá la memoria, la risa se
convierte en lamento y la música en mudez ante una realidad que contrasta con
la cultura y el arte.
Pilas de ladrillo,
cemento, metal y vidrio modelarán nuevas formas y nacerá una gran torre, alta,
muy alta, que albergará a centenares de nuevas almas, muchas de las cuales
ignoran que antes este sitio albergaba las candilejas que alguien se atreve a
rememorar como reminiscencia que esconde los fantasmas del pasado.
Buenos Aires no supo
preservar su patrimonio histórico, es infinito el penoso catálogo de edificios
irrepetibles demolidos y brutales intervenciones que demuestran que nunca hubo
una política de protección arquitectónica para la ciudad. Los estilos y las
ideas, producto de las inmigraciones, nunca fueron protegidas.
También falló el
Estado en proteger y usufructuar un recurso turístico, fallaron las
colectividades que tampoco pudieron salvar los edificios emblemáticos de sus
propias comunidades, fallaron los urbanistas y legisladores en no establecer
polígonos intocables, ni como compensar a los privados que defienden solamente
el lucro de su propiedad privada.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
- Desaparece el
Marconi, diario La Nación, 10/09/1967.
- Diario La Prensa,
8/12/63, Rotograbado, artículo de Ricardo Llanes
y Antonio Gallo.
- Dillon, César A. y Sala, Juan
A., El teatro musical en Bs. As., tomo 1,
Gaglianone, 1997.
- Llanes, Ricardo M., Teatros de Bs. As., Cuadernos de
Bs. As., 1968.
- Periódico Primera
Página nº 55 de agosto de 1998 y nº 62 de abril de 1999.
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