5 DE FEBRERO DE 1974
Secuestro y asesinato de Julio César Fumarola
“…Todos nosotros creíamos en el arte y en el amor
mientras los cipayos mataban y torturaban.
En oscuras oficinas pergeñaban, con un simple
bolígrafo de 20 centavos el latrocinio,
cómo cesantear ilusiones…”
Alfredo Carlino
Julio César, vecino de
Balvanera, como lo conocían los amigos, familiares y compañeros de militancia,
fue óptico, fotógrafo calificado, reportero gráfico y por sobre todo un
apasionado militante social que no dejó de denunciar durante su corta vida de
apenas 32 noviembres, las injusticias del régimen.
No podría el sistema
perdonarle la osadía de rebelarse. Fue secuestrado en una larga noche del 5 al
6 de febrero de 1974 por un comando uniformado al servicio de la Triple A que,
bajo el amparo de una “zona liberada”, actuó cobardemente. Julio César fue
torturado y brutalmente asesinado en Ezeiza con cerca de 100 balazos, saña que
dificultó su identificación.
EL HOMBRE
Julio César fue
un reportero gráfico y militante social, que vivió y actuó en el barrio de
Balvanera, primero desde la izquierda, luego desde el peronismo más combativo,
pero siempre lo hizo convencido de la justeza de su lucha, la que terminó con
su vida.
Trabajó en
diferentes publicaciones, además de ser dirigente de la Asociación de
Periodistas de Buenos Aires, antes de que ésta se conformara en la actual UTPBA
(Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires).
Su secuestro se
produjo en la noche del 5 de febrero de 1974, en su estudio fotográfico ubicado
en pleno centro porteño, y su cadáver, con signos de haber sido sometido a
torturas y acribillado a balazos, fue hallado a la madrugada siguiente en los
bosques de Ezeiza.
El asesinato de
Fumarola es considerado el primer crimen cometido por la banda parapolicial
Triple A, que dio cuenta oficial de su nacimiento meses después con el
asesinato del abogado y militante Rodolfo Ortega Peña.
Julio
César había nacido el 14 de noviembre de 1941, en el barrio de Balvanera, en una casa de la
calle 24 de Noviembre 167. Se inició como óptico en la farmacia Santa Ana,
entonces ubicada a una cuadra y media de su casa, en 24 de Noviembre y
Rivadavia, esquina SO, lugar en el que hoy se levanta la sucursal de un banco.
Conoció a Ana
María Matheu (hija de un reconocido militante gremial)
en 1964, con quien se casó el 8 de febrero de 1967, matrimonio del que nacieron
sus dos hijos, Leonardo y Mariela.
EL MOMENTO POLÍTICO
El tercer
gobierno del General Juan Domingo Perón estuvo marcado, desde su comienzo,
por una intensa puja entre la derecha “ortodoxa” dominada por López Rega más la
burocracia sindical por un lado, y por el otro la izquierda conocida como la
“tendencia”, integrada por sectores juveniles que adherían a Montoneros y a la
Juventud Trabajadora Peronista.
El 1º de mayo de
1974, con dos palabras: "imberbes" y
"estúpidos", Perón rompió lazos con
aquella "juventud maravillosa" a la que encomiaba desde el exilio y
que, desde finales de los años sesenta, se había
convertido en protagonista de la resistencia que luchó durante dieciocho años por
devolverlo al país.
Montoneros pasó
a la clandestinidad mientras López Rega (“El Brujo”) se volcaba
a producir un baño de sangre, hostigando y asesinando a las figuras más
destacadas de la resistencia. Actores, escritores, cantantes y científicos se
vieron obligados a partir al exilio o encubrirse en la clandestinidad para
preservar su vida. Simultáneamente, se iba deteriorando la frágil salud de
Perón, al tiempo que se sucedían atentados de uno y otro lado.
Mientras tanto
acechaba una crisis mundial denominada entonces “del petróleo”, y el país se
desbarrancaba definitivamente tras la muerte de Perón el 1º de julio de 1974.
Sobrevendría “el Rodrigazo” y la fuga de López
Rega protegido por Isabel, influencia que ocupará el llamado “entorno” de su
secretario privado Julio González.
El Operativo Independencia, autorizado por María Estela Martínez en 1975 en
Tucumán, dirigido por los generales Acdel Vilas y Domingo Bussi, estuvo
determinado a aniquilar el “accionar subversivo” y se extendió a todo el país en
el breve interinato de Italo Luder.
Hombres
desprestigiados pasaron a ocupar puestos claves, como Ivanisevich en Educación,
Ottalagano en la Universidad y Gómez Morales en Economía. Pero no fue suficiente,
la situación ya no tendría retorno, el golpe de Estado se produce el 24 de
marzo de 1976, oficializará a la Triple A, convirtiéndola en Política de
Estado.
Lo que vendría
después es otra parte de la historia, con secuestros, torturas y treinta mil
desaparecidos, ¡porque sí, fueron 30 mil!
EL HOMBRE Y EL POLÍTICO
“…Con Julio
César caminábamos y caminábamos,
hacia el corazón
del alba.
Sosteníamos
diálogos maravillosos hasta altas horas,
ambos
regresábamos a través de los siglos,
de la antigua
pasionalidad greco-calabresa.
Éramos argentinos,
hijos del sur italiano.
Creíamos en la
aurora como la posibilidad
de encontrar
pájaros y encantamientos…”
Así lo recordaba
Alfredo Carlino, poeta y también militante del barrio. Difícil es
despegar al hombre del entorno social en que se mueve. El antiguo café San Martín
(luego Alabama, y hoy desaparecido) de Rivadavia y Urquiza, se convertiría en
escenario de jugosas tertulias en las que se mezclaban la política, el arte y
la filosofía. Allí confluían Julio César, Alfredo Carlino, Norberto Barleand y otros jóvenes del barrio, y también Juan Carlos Coral, el líder del Partido Socialista Argentino (PSA)
con sede en Urquiza y Alsina.
Julio César fue un luchador social que militó
desde muy joven en el Sindicato de Carboneros, de Venezuela y Catamarca, y en
el de Canillitas, de Belgrano y Matheu; allí organizaba a los jóvenes desde la
actividad teatral.
Anduvo junto a
Carlos, Cristina, Daniel y Fernando Naferrate, y a una barra de otros jóvenes
impetuosos. Al final de la noche era común encontrarlo en Pipo (fideos, tuco y
pesto), con tango, aunque su condición de periodista lo acercaba más al rock
que al rumbo de aquella barra.
Estudió Farmacia
en la UBA, donde ayudó a crear el Centro de Estudiantes, con sede en Cochabamba
al 2800; posteriormente se formó la Comisión de Ópticos, de la que también fue
directivo.
Adhirió al Partido
Comunista donde militó durante muchos años. A fines de 1964 vendió la óptica y
viajó a Europa con el fin de perfeccionarse en lo que fue más tarde su pasión: la fotografía.
Estudió
composición y fotografía artística en Suiza y fotografía color en Milán, donde
llegó a dirigir un laboratorio de la especialidad.
Pero su vida
estaba en Buenos Aires, en su barrio, al que regresaría en 1966 para dedicarse
de lleno a su arte, en el que aplicó todos los recursos técnicos que trajo de
Europa, muchos aún no conocidos en el país.
Colaboró como
reportero gráfico en varias publicaciones, entre ellas, la revista Siete
Días. Pero nunca se desvinculó de su compromiso social, presente siempre en
sus imágenes que mostraban, por ejemplo, la cara oculta de las villas miseria que ya
proliferaban en Buenos Aires y a las que los medios masivos prestaban escasa
importancia, salvo en noticias policiales.
Dictó cursos y
seminarios en el Instituto Superior de Imagen y Sonido, en Leandro Alem casi
esquina Sarmiento, donde también fue encargado del Estudio de Fotografía que
allí funcionaba.
Trabajó para Fotografía
Universal, una de las revistas técnicas especializadas más famosas de la
época. Para entonces da un giro en su línea política, acercándose a los
sectores revolucionarios del peronismo combativo, que bregaban por “la Patria
Socialista”.
Estableció su
propio laboratorio fotográfico en la calle 25 de Mayo 611, lugar que, después
de su separación matrimonial, fue también su domicilio.
EL SECUESTRO
“…Y crecíamos creyendo en la mañana,
en un mundo perverso y de canallas.
Con Julio César, inocente y limpio
como las nubes,
un día de pronto no salimos más
ni supe de sus melodías.
Ya no volvió a preguntar,
por el hacer ahora.
Su cadáver estalló en los diarios,
con cien balas,
sin que pudiéramos creerlo…”
Ocurrió en la
madrugada del 6 de febrero de 1974, en su laboratorio de la calle 25 de Mayo,
cuando el grupo secuestrador se presentó para consumar la infamia.
No existen
muchas precisiones al respecto, pero según versiones
de algunos testigos, recogidas por el Diario Clarín, en el momento en
que se lo llevaban, mientras ofrecía tenaz resistencia, se acercó un patrullero
policial, que fue rápidamente disuadido de actuar por los secuestradores con la
lacónica frase: “Son cosas nuestras”. No caben dudas de que estaban actuando en
una “zona liberada” para la Triple A.
Ya en Ezeiza –continúa la
misma fuente– varios hombres descienden de un coche, entre ellos Fumarola con los ojos
vendados y las manos atadas a la espalda. Lo obligan a arrodillarse y enseguida
recibe casi un centenar de disparos.
El crimen jamás
fue esclarecido, nunca se logró encauzar los hechos en una verdadera
investigación, para dilucidarlos. Del estudio del fotógrafo, clausurado durante
mucho tiempo, desaparecieron valiosas cámaras y otros elementos. Este caso
guarda similitud con el posterior de José Luis Cabezas. Algunas versiones
hablan de ciertas fotografías comprometedoras que el régimen no podía tolerar.
La Triple A fue
el ensayo general para el macabro plan criminal que se desataría a partir del
24 de marzo de 1976.
PLAZA FUMAROLA
Si bien el
crimen de Julio César nunca fue esclarecido hasta el momento, los vecinos de
Balvanera lograron que una plaza, la que ellos
cimentaron, con sus propias manos y esfuerzo, a la que habían llamado “Del
Mientras Tanto” en la calle Perón, entre Jean Jaurés y Anchorena, lleve su
nombre. Allí se fijó una placa conmemorativa, también se colocó una baldosa
frente a la casa que fuera su domicilio, en 24 de noviembre 167, donde posteriormente
vivió el poeta y escritor Alfredo Carlino hasta su fallecimiento, sitio que
convirtió en una abundante biblioteca personal al servicio del barrio y los
amigos.
Norberto
Barleand lo recuerda en su poema: “La plaza, el barrio, tu nombre”.
a Julio César Fumarola
Jóvenes en los caminos del tiempo,
primeras fábulas
antes del despojo,
de los asesinos entonando el himno de la muerte.
Tragedia que propuso la bestia,
azotó el aire
sembró un puerto de horrores sin destino.
Y tu muerte, Julio César,
cruel, agazapada,
no quebró la sonrisa ni el futuro
Recuerdo ese pequeño lugar de la tertulia,
el San Martín en Rivadavia y Urquiza,
donde los pájaros volaban entre escombros,
el mundo era un abanico de profetas,
nosotros,
gitanos del suburbio
con ritmo de aventura y bandoneón.
Diecinueve de noviembre,
celebramos tu cumpleaños
en la plaza,
la que lleva tu nombre,
la que armaron los vecinos, compañeros, amigos,
el barrio, todo,
y tus hijos,
queridísimos gigantes,
un festejo
sin luto, ni llanto
con música y globos hacia el cielo
para refractar la foto en las alturas
Muchos años de ausencia,
vigentes en la fuerza de tu grito
que aun resuella en el túnel de la calle Ecuador
alumbrando la vida.
¡Hasta siempre Julio César!
¡Fumarola Presente!!!
Miguel Eugenio Germino
- Carlino,
Alfredo, Réquiem para Julio César Fumarola, poesía, 2007.
- Germino,
Miguel E., El Parque de la Estación en su entorno…, Cicus, 2019.
- Periódico Primera
Página nº 124 de noviembre de 2004; 141 de junio del 2006; nº 149 de marzo
2007; nº 156 de octubre de 2007 y nº 166 de septiembre de 2008.
- https://revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=205
- https://www.otrabuenosaires.com.ar/homenaje-a-julio-cesar-fumarola/
Agradezco la
colaboración de los vecinos: Ana María Matheu, Atilio Olivero, Isaac
Silberstein, Alfredo Carlino, Norberto Barleand, y otros que acercaron
abundante información.
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