7 DE JUNIO DIA DEL PERIODISTA
“LA PRENSA QUE NACIÓ CON LA PATRIA”
HOY: 7 DE JUNIO DE 2022, TRAS DOS AÑOS DE PANDEMIA, AÚN NO
SUPERADA TOTALMENTE, Y EN MOMENTOS QUE LAS FUERZAS REACCIONARIAS, Y EL PODER
REAL, ACECHAN, VALE UN HOMENAJE A LOS
HOMBRES QUE COMO: MARIANO MORENO, RODOLFO WALSH Y TANTOS OTROS QUE APORTARON A
LAS CAUSAS PATRIÓTICAS, A LA SOBERANÍA DE LOS PUEBLOS, A LA JUSTICIA Y A LA
MEMORIA HISTÓRICA.
¡¡¡UN POCO DE MEMORIA!!!
La fecha fue establecida en Córdoba en 1938 por el Primer
Congreso Nacional de Periodistas, en recuerdo al primer medio de prensa con
ideas patrióticas que fundó el 7 de junio de 1810, Mariano Moreno.
La "Gazeta de Buenos Ayres" fue el primer
periódico de la etapa independentista argentina y se fundó por decreto de La
Primera Junta para dar a conocer al público en general los actos oficiales y
las noticias exteriores y locales.
Algunos de sus primeros redactores fueron Mariano Moreno,
Manuel Belgrano y Juan José Castelli.
"¿Por qué se han de ocultar a las Provincias sus
medidas relativas a solidar su unión, bajo nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de
tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el
sucesivo estado de la Península?... Para el logro de tan justos deseos ha
resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal, con el título
de la Gaceta de Buenos Aires", escribió Mariano Moreno en el primer
ejemplar de La Gazeta.
PRIMERA PÁGINA
Reproducimos el artículo de Felipe Pigna que con gran claridad refleja la fecha:
Los orígenes de nuestro periodismo
La prensa que nació con la patria
Por Felipe Pigna
Todos los años el 7 de junio celebramos el día del
periodista. Pero no todos recuerdan que en esos días estamos homenajeando junto
a sus colegas, al notable Mariano Moreno fundador del primer periódico de la
Revolución en marcha. Desde su cargo en la Primera Junta desplegará toda su
febril actividad. Participó activamente en la creación de la biblioteca pública
y se ocupó personalmente del fomento de la educación, porque, como decía en un
escrito: “Nada hay más digno de la atención de los magistrados que promover por
todos los medios la mejora de la educación pública” para lo cual promovió la
redacción e impresión de un libro de texto con las “nuevas ideas” encargando a
los Cabildos a “repartirlo gratuitamente a los niños pobres de todas las
escuelas y obligar a los hijos de padres pudientes a que lo compren en la
imprenta.” . Creó la jubilación para todos los docentes “ofreciéndoles una
particular protección del gobierno en todas las pretensiones que promuevan”.
Promovió la instrucción de los militares porque: “el oficial de nuestro
ejército después de asombrar al enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos
por el irresistible atractivo de su instrucción. El que se encuentre desnudo de
estas cualidades redoble sus esfuerzos para adquirirlas, y no se avergüence de
una dócil resignación a la enseñanza que se le ofrece, pues en un pueblo
naciente todos somos principiantes, y no hay otra diferencia que la de nuestros
buenos deseos: el que no sienta los estímulos de una noble ambición de saber y
distinguirse en su carrera, abandónela con tiempo, y no se exponga al seguro
bochorno de ser arrojado con ignominia: busque para su habitación un pueblo de
bárbaros o de esclavos y huya de la gran Buenos Aires que no quiere entre sus
hijos hombres extranjeros a las virtudes.”
Reivindicó a su querido amigo Manuel Belgrano abriendo su
soñada Escuela de Matemáticas boicoteada por los personeros del Consulado
El 7 de junio fundó el órgano oficial del gobierno
revolucionario, “La Gaceta”, donde escribió: “El pueblo tiene derecho a saber
la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos
conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados
por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus
jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para el logro de
tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico
semanal con el título de “Gazeta de Buenos Aires” Se dio el gusto de publicar
en sus páginas -a la manera de los folletines por entregas tan de moda en los
periódicos europeos de la época- El Contrato Social de su admirado Rousseau,
para que la conozca la mayor cantidad de ciudadanos posibles. Como no
desconocía el alarmante porcentaje de analfabetismo, ordenó que se leyera desde
los púlpitos de las iglesias, lo que puso un poco nerviosos a algunos
sacerdotes contrarrevolucionarios. Por razones estratégicas Moreno suprimió el
último capítulo del Contrato Social. No era momento de abrir un frente de
conflicto con la Iglesia, en cuyo seno había importante sector partidario de la
Revolución. Moreno justificó la censura diciendo: “Como el autor tuvo la
desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo y principales
pasajes donde ha tratado de ellas”. Uno de los párrafos censurados por Moreno
decía lo siguiente: “La religión es necesaria a los pueblos y a los jefes de
las naciones; ningún imperio existió jamás sin ella. No confundamos la religión
con el ceremonial de ella. El culto que pide Dios es el del corazón; y éste,
cuando es sincero, siempre es uniforme. Vanidad muy loca es figurarse que tanto
interés tome Dios en la forma del vestido del sacerdote, en el orden de las
palabras que pronuncia, en los ademanes que hace en el altar y en todas sus
genuflexiones”
En realidad, como señala Boleslao Lewin, Moreno, que era un
católico practicante, acordaba absolutamente con todas las ideas de Rousseau,
incluso las religiosas y así lo expresó en uno de sus primeros escritos de
absoluta inspiración Roussoniana: “El culto exterior no tiene una intrínseca
relación al objeto a que se determina; ahora es una acción de reverencia doblar
la rodilla, y mañana podría ser una señal de burla o desacato.”
La Gaceta, que incluía en todos su números la frase de
Tácito: “Tiempos de rara felicidad, aquellos en los cuales se puede sentir lo
que se desea y es lícito decirlo”, será mucho más que el órgano oficial de un
gobierno, será una tribuna de opinión a través de la cual los ciudadanos del ex
virreinato accedían a las ideas más modernas que los iban sacando lentamente de
las pesadillas del atraso a los que los habían llevado casi 300 años de
educación escolástica.
En sus páginas quedaron grabados emotivos testimonios de los
inicios de nuestra revolución, episodios como la colecta para reunir fondos
para financiar las campañas militares. Moreno da el ejemplo donando seis onzas
de oro. Belgrano, Matheu y Larrea, renuncian a sus sueldos de vocales. En la
“Gaceta” van a apareciendo las listas de donantes. Son gente del pueblo pobre,
“los que nada tienen, todo lo dan por la revolución” dirá Castelli.
“La esclava María Eusebia Segovia, con licencia de su amo,
ha donado un peso fuerte y se ofrece como cocinera de las tropas”
“El pardo Santos González de 10 años de edad, dona 4 reales”
“El niño Pedro Agüero de 9 años, obló 2 pesos y, con
permiso, ofertó su persona para el servicio que le permitan sus tiernos años.”
“El pardo Julián José Agüero de 5 años de edad, ha oblado un
peso fuerte.”
“Juan José Gómez obló un peso y su par de zapatos para que
sirvan a algún soldado, también se compromete a dar 4 reales mensuales por
espacio de 4 meses.”
Decía Moreno en la misma Gaceta comentando estos avisos:
“Las clases más pobres de la Sociedad, son las primeras que se apresuraron a
porfía a consagrar a la Patria una parte de su escasa fortuna: empezarán los
ricos las erogaciones propias a su caudal y de su celo, pero aunque un comerciante
rico excite la admiración por la gruesa cantidad de donativo, no podrá disputar
ya al pobre el mérito recomendable de la prontitud de sus ofertas.” Aquellos
que quieren ver en Moreno un agente inglés, evidentemente no leyeron el texto
publicado en la Gaceta el 6 de septiembre de 1810: “El extranjero no viene a
nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda
proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su
civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos
que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la
mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se
dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían
producido los chiches y coloridos abalorios. Aprendamos de nuestros padres y
que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los habitantes de la
antigua España con respecto a los cartagineses que la dominaron:
Libre, feliz, España independiente
Se abrió el cartaginés incautamente:
Viéronse estos traidores
Fingirse amigos, para ser señores;
Entrar vendiendo para salir mandando’”
El hombre que había dicho: ‘Quiero más bien correr el riesgo
de ser asesinado por servir a mi patria, que presentarme en las calles con el
aparato de los tiranos’, partió un 24 de enero de 1811 hacia una misión
imposible de la que nunca volvería.
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