2ª etapa de la gira de Carlos Gardel y su comitiva -
1935
Ya estando
en Venezuela, después de unos días de descanso reparador, el 10 de mayo de 1935, desde el Teatro Rialto –en funciones
de tarde y noche– se despide del público de
Caracas, para emprender luego un recorrido por algunas ciudades
y localidades de Venezuela.
El 12 de mayo se
presentan en el Teatro Municipal de Valencia; el 18 arriba del vapor “Libertador” a Maracaibo, donde
realiza dos actuaciones, una vespertina, en el Teatro Baralt, y una
nocturna en el Teatro Metro.
El día 20, canta en el Circo Internacional de Cabimas,
y el 22 retorna a Maracaibo, donde ofrece dos audiciones como de despedida del
pueblo venezolano.
El 23 de mayo, en la
nave “Medea” llega a Curazao (isla holandesa de las Antillas Menores).
Sus habitantes, que hablan una mezcla de holandés, inglés y español, reciben a
Gardel y su comitiva con gran alborozo, llamándole “patrón”. Se alojan en el
hotel Americano y su presentación ante el público se produce el sábado 25 en el
Club Círculo en dos funciones, tarde y noche, que vuelve a repetir el
domingo 26 con gran éxito, en el teatro céntrico de Willemstad, en función
vespertina.
Gardel en Venezuela en su última gira
Ya, el 28 de mayo, arriba a la isla petrolera de Aruba
mediante un viaje en una embarcación motorizada muy pequeña y su comitiva lo
hace en un avión trimotor “Fokker” de la compañía “Royal Maatschappy Airlines”.
Como acotación es bueno hacer notar que este viaje realizado en una
embarcación, vía marítima, ¡demuestra el temor que le tenía Gardel a los
aviones! En esa isla se produce una única actuación vespertina en un
improvisado auditorio al aire libre.
Para el regreso a Curazao,
tal vez convencido por sus amigos, realiza su
primer viaje aéreo, en el mismo avión que lo habían hecho sus compañeros,
arribando en horas de la noche. Allí debieron esperar cinco días en aguardo de
la nave que los ha de trasladar a Barranquilla.
A esta altura de la gira, y por la sofocante
temperatura que reina en las zonas que van
visitando los viajeros, se viven jornadas que se
tornan agotadoras, sobre todo para Gardel, quien,
tras el cansancio de los viajes, debe soportar
el asedio constante de sus admiradores, algo que lo alegra pero que, al cumplir largas actuaciones ante insistentes
auditorios que le piden más y más, sabe que era el precio que debía pagar por
ser “el Embajador del Tango” por su enorme prestigio y popularidad.
De esta manera, ya dejan Venezuela para
viajar a Colombia, pero eso ya es junio de 1935.
Hasta entonces.
Héctor
Rebasti
hectorrebasti@gmail.com
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