UN NOBEL A
MEDIDA DE TRUMP
El otorgamiento del Premio
Nobel de la Paz a María Corina Machado es la culminación de un largo
proceso de descomposición moral y político que
ha afectado irreparablemente a ese galardón. Lo podrán seguir otorgando, año
tras año, pero el desagradable olor de su incoherencia ética y su oportunismo
político al servicio de Washington lo acompañará para siempre.
El premio estaba
desacreditado desde mucho antes. Si bien por excepción le fue otorgado a
personajes cuya trayectoria estaba claramente marcada por su compromiso con la
paz: Martin Luther King en 1964, la Madre Teresa de Calcuta
(1979), Adolfo Pérez Esquivel (1980), el obispo sudafricano Desmond
Tutu (1984), Nelson Mandela (1993), y
unos pocos más, la entrega de ese galardón a Henry Kissinger en 1973 –un
asesino serial responsable del brutal bombardeo contra Vietnam y
desestabilizador de procesos democráticos, como
el Chile de Salvador Allende– marcaba de modo indeleble la
depravación de la idea original de Alfred Nobel,
que era premiar a las personas u organizaciones que luchan por el imperio de la
paz y la resolución pacífica de los conflictos.
Cuando le informaron de
la premiación otorgada a la opositora venezolana al
enviado especial del presidente Donald Trump para Misiones Especiales, Richard
Grenell, se limitó a comentar lacónicamente: “El Premio Nobel murió hace años”.
Tenía razón, pero faltaba un último clavo para
sellar herméticamente el ataúd. María Corina Machado lo aportó.
Atilio Borón

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