BALVANERA Y SU HISTORIA
DE LAS PULPERÍAS A LOS CAFÉS
NOTABLES
Es
común pensar que el concepto “pulpería” tiene exclusivamente un origen campero,
rural, y es cierto, ya que este tipo de negocios
“fueron el primer techo cobijador que encontró el hombre en su difícil soledad
pampeana”. Pero
también es cierto que durante un gran período desde los primeros años del
naciente territorio de “Las Provincias Unidas del Río de la Plata” las había en las
metrópolis, como el actual Distrito Federal de la Ciudad de Buenos aires, hasta
bien entrado el siglo XIX, cuando la ciudad apenas llegaba hasta “La Calle de
Las Tunas” (hoy
las avenidas Callao-Entre Ríos), y no era otra
cosa que una prolongación del campo en la actual
ciudad.
Hacia el año 1821 Nicolás Villa –un pionero, inmigrante italiano,
como tantos de los que forjaron nuestra ciudad– instalará una pulpería utilizando los
restos de una vieja ballenera, encallada en el fondo rocoso del Río de La
Plata, que compró, desarmó y transportó en una
carreta por el antiguo Camino Real (hoy la Av. Rivadavia) hacia su destino final:
la intersección con Emilio Mitre (primeramente
denominada Polvorín, por la fábrica de pólvora allí instalada, en la parte sur
de lo que es hoy el Parque Chacabuco).
Luego
comprará una veleta de latón con el formato de un caballito para colocarla en la parte más alta de su pulpería, la
que estará vigilante durante muchísimos años y
que le dará el nombre al barrio de Caballito.
Hoy aquella veleta se conserva en el Museo de
Luján; una verdadera curiosidad y reliquia del
patrimonio barrial y de la ciudad.
QUÉ ERAN LAS PULPERÍAS
Hasta los inicios del siglo XX,
eran los establecimientos comerciales típicos de las distintas regiones
de Hispanoamérica,
encontrándose ampliamente extendidas desde Centroamérica hasta
los países del Cono Sur. Su
origen data de mediados del siglo XVI y proveía todo lo que entonces era
indispensable para la vida cotidiana, en lugares alejados de las grandes urbes,
como: comida, bebidas, velas, carbón, remedios y telas, entre otros elementos
primordiales.
Fueron verdaderos almacenes de ramos generales
con una importante provisión de todo lo necesario para el abastecimiento del
campesino de zonas apartadas. El pulpero solía tener el don de la yapa, el
fiado, el trueque y el cuaderno de anotaciones. Sin
embargo abundaron también las de los patrones que les pagaban a sus empleados
con vales que sólo podían canjearse en la pulpería de su estancia, una práctica
que le reducía aún más el efímero salario que pagaban a la peonada indefensa,
como por ejemplo las de “La Forestal”, y los ingenios azucareros, entre otras
súper explotaciones rurales.
Hubo a
su vez otras, muy precarias, llamadas pulperías
volantes, que se trasladaban siguiendo la ruta de las cosechas temporales
que sólo vendían lo más primario como: aguardiente de caña, grapa, ginebra,
vino, yerba, tabaco, sal, galletas y azúcar. Pero en general las más completas
vendían todo lo que necesitaba el campesino para su subsistencia:
materiales de construcción, artículos de ferretería y para el trabajo en el
campo.
LAS PRIMERAS PULPERÍAS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Una de las primeras pulperías instaladas en
nuestra actual ciudad, fue la inaugurada por Ana Díaz, una de las mujeres que
acompañó a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires, allá por 1580; la
instaló en el lote 87 de la repartija de tierras que éste realizó, se
encontraba en la hoy esquina sudoeste de Florida y Corrientes.
Por el año 1810 existían en la provincia de
Buenos Aires (que por entonces incluía a la capital) unas 500 pulperías. Casi
la mitad eran atendidas por gallegos. Una de aquellas, en el barrio
de Almagro, entonces territorio bonaerense, perteneció a don Francisco Alén,
abuelo de Leandro N. Alem, el fundador del partido radical. También
su hijo, el mazorquero Leandro N. Alén, instaló su pulpería en la esquina de
las hoy Rivadavia y Matheu, frente a otra, apostada
en 1778, en la misma calle en su encuentro con Azcuénaga, por otro gallego:
Don Antonio González Uria, junto con su sobrino Antonio González Varela (apodado El
Miserere, por sus dones caritativos), ésta también le
dio el nombre a toda una amplia zona.
Vale recordar a su vez, la famosa Pulpería de Barracas, a metros del
actual cruce de la avenida Montes de Oca (llamada inicialmente Santa Lucía y
luego calle Larga) y la avenida Martín García,
la que hizo famosa a “La pulpera de Santa Lucía”, aquella rubia cuyos “ojos
celestes que reflejaban la gloria del día”, inmortalizada por el vals de Héctor
Pedro Blomberg con música de Enrique Maciel a fines de la década de 1820, todo
parece indicar que se llamaba Dionisia Miranda, allá por los años ’40
del siglo XIX, los años del “Restaurador”.
Más tarde se le asignó una vital importancia en la historia a los almacenes de campo, que en siglo XIX y comienzos del XX fueron favorecedores de las
comunicaciones al ocuparse a su vez del correo, ser proveedores de mercaderías,
y por sobre todo centros de reunión del poblador rural, que encontraba en ellos
el único sitio de esparcimiento y
regocijo en los días festivos.
Estos almacenes, herederos de las antiguas
pulperías, se fueron
diseminando por el país buscando los puntos estratégicos que les ofrecieran las
mejores oportunidades de comerciar. Sus propietarios fueron pioneros del
poblamiento en las zonas rurales y también factores del progreso en su zona.
Aparecerán entonces los “Almacenes Despacho de Bebidas”, los viejos estaños, en su mayoría
sobre las esquinas, con un pasadizo entre ambos locales, para hacer posible su
atención simultánea por un solo dependiente que se desplazaba
entre ambos, por las noches apenas alumbrados exteriormente por la “luz
mortecina de un farol” como lo pintara el poeta José González Castillo.
El café, la fonda o el estaño, en su
naturaleza, comienzan a diferenciarse según quienes los fueron frecuentando,
los de categoría, los solo frecuentados por hombres, los tangueros, los
cabarets, etc.
En la
primera mitad del siglo XX, los cafés eran más bien machistas, ya que era anómalo
ver mujeres en los bares y confiterías que no tuvieran su típico “salón
para familias”, o “reservado”; en
aquellos primeros bares primaban las
mesas de madera, algunas quemadas en sus orillas por el clásico pucho, por entonces
de consumo masivo e irrestricto.
En un
rincón del piso afloraban, en aquellos locales, unas visibles rejillas,
que indicaban el estrecho acceso al infaltable sótano, en la absoluta
oscuridad, donde descansaban las reservas de mercaderías, envases vacíos y
cajones, que despedían su clásico e inconfundible hedor húmedo, mezclado
luego con el tufo del cigarrillo y el del café quemado.
Hoy el
estaño casi no existe, los viejos cafés transformaron su semblante. Es otro
Buenos Aires, ni mejor ni peor, simplemente distinto. Lo que nos obliga solo a rememorar
aquel pasado, para mantenerlo latente en el recuerdo.
Los
cafés, así como las relaciones sociales,
fueron evolucionando en el tiempo, según la época; aunque
el típico “café” o “estaño” frecuentado por bohemios, almas
solitarias y poetas, en busca del famoso y cariñoso “cafecito”, que eran lugares
de reflexión, de amistad, de encuentro, de paréntesis, fueron los
que dieron origen a letras tangueras, muchas
también machistas, ya que por entonces era un tema naturalizado y
que pintó un Buenos Aires de época.
Vale recordar algunos de aquellos más famosos
como: lo de “Hansen”,
“El Kiosquito” y “El Tambito” (los 3 en el
Parque Tres de Febrero); el “Garibaldi”, ubicado
frente a la Plaza Lavalle y el “Guaraní” en la esquina de Corrientes y
Esmeralda; además El Tortoni de Av. de Mayo al
800. Hubo también algunos importantes en el barrio de Parque de los Patricios
(“El Benigno” en Rioja 2177), en el barrio de San Cristóbal (“El Estribo”, “El
Caburé”), en el barrio de Boedo (el famoso “El Aeroplano” de San Juan y Boedo
donde escribían Julián Centeya y Homero Manzi). No
se puede olvidar el de la esquina sudoeste de Corrientes y Esmeralda, Café
“Cabildo” con el Teatro Odeón (inaugurado en 1891), el Royal Hotel y el “Royal
Keller”, un bar nocturno ubicado en el sótano; El
Británico, La Humedad, Café Domínguez, de García, Oviedo, por solo poner
algunos ejemplos, aunque hay uno que fue el más mítico y emblemático, el café
La Paloma, de Juan B. Justo y Santa Fe, a orillas del Maldonado, donde paraban
aquellos guapos que inspiraron a José Luis Borges y Evaristo Carriego.
LOS BARES NOTABLES
Son
los reconocidos oficialmente como “patrimonio
cultural de la ciudad de Buenos Aires” por su
permanencia en el tiempo, por estar vinculados a la historia viva de su gente,
por haber contribuido a hechos culturales e históricos relevantes, por su diseño
arquitectónico conservado, son un patrimonio vivo y a la vez ritual cotidiano;
punto de encuentro con amigos, o con uno mismo, los “Bares Notables” son hoy un
emblema de la ciudad. Son más 90 en la actualidad los que a consideración de la
Municipalidad de Buenos Aires han alcanzado esa jerarquía, por ser
representativos de una identidad barrial, como reconocimiento a su antigüedad y
a su estrecha vinculación con la historia del barrio donde se hallan.
En junio de 1998 se aprobó la ley 35/98, que
creó la Comisión de Protección y
Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la ciudad,
integrada por cuatro representantes del Poder Ejecutivo porteño, seis de la
Legislatura, uno del Consejo Asesor del Área de Protección Histórica, uno de la
Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de Buenos Aires
y tres de organizaciones empresariales vinculadas al sector.
En
2014 se sancionó la ley Nº 5213, que estableció el Régimen de Promoción para
los Cafés y Bares Notables de la ciudad, que fija la tasa del 0% de Ingresos
Brutos para los comercios de este tipo que tengan una facturación mensual de
hasta $ 120.000; para los de mayor facturación están vigentes las alícuotas que
prevé actualmente la ley tarifaria.
NÓMINA DE ALGUNOS VIEJOS
CAFÉS DE BALVANERA
-Fonda
del Antiguo Cepo, Bmé. Mitre a media cuadra de la Plaza, abrió en
1856.
-Almacén
Suizo, esquina NO Corrientes y Pueyrredón, abrió
hacia 1900.
-El
Almacén de la Viuda, Humahuaca y Gallo, con riña
de gallos.
-Chanta
Cuatro, abrió en 1893 en Anchorena y C. Gardel, hoy
reciclado.
-Café
El Ñato, en Anchorena fte. Al Abasto, abrió en 1907.
-El
Abasto Bar Billares, Corrientes 3240.
-Bar
León, Corrientes y Pueyrredón esquina NE.
-Café
Gariboto, San Luis y Pueyrredón, frecuentado por Juan Maglio Pacho.
-Café
de Los Angelitos, Rivadavia y Rincón esquina SE, demolido y
reconstruido.
-Café
El Gigi, Corrientes y Azcuénaga, donde se conocieron
Gardel y El Cachafaz.
-Café
El Estribo, Entre Ríos 763, café tanguero donde en 1911 actuó el dúo
Gardel-Razzano.
-Café
Restaurante El Tropezón, Callao y Mitre, luego Callao 248.
-Café
El Responso, Córdoba y Bermejo (hoy Ecuador).
-Confitería
El Molino, Rivadavia y Callao, actualmente en refacciones.
-La
Perla Vieja, Rivadavia y Jujuy, donde nació “La balsa” de
Litto Nebbia.
-La
Perla Nueva, en
Rivadavia entre Jujuy y Catamarca, antigua residencia de los
Grimoldi, hoy convertido un supermercado.
-El
Cantábrico, Corrientes y Ayacucho.
-La
Legal, Sarmiento y Callao,
-Dos
Leones, Belgrano y La Rioja esquina SO.
-El
Ciervo, Corrientes y Callao.
-El
Olmo, de Bmé. Mitre y Pueyrredón, esquina SE
(s/Recova).
-El
Feminista, Pueyrredón y Córdoba.
-El
Gran Sótano Argentino, Lavalle y Andes (hoy Uriburu).
-Cinco
al Plato, fonda en Anchorena y Corrientes, todos los
platos costaban 5 centavos.
-El
Universal, Anchorena 533.
-El
Torino, Anchorena 541.
-Café
Roma, de Anchorena y San Luis Esquina NO, aún existe como
“Notable”.
-Café
La Academia, Callao 368.
-Hotel Savoy, Callao 181, hoy Bar Notable.
-Restaurante
O´Rondemán, Agüero y Humahuaca, esquina SO, donde se inició Gardel. Lugar aún
no señalizado cono sitio de interés histórico.
-El
Bar de los Hnos. Cao, Independencia y Matheu esquina SE, hoy
notable.
-Los
Galgos, Callao y Lavalle esquina NE.
-Bar
Victoria, Entre Ríos 110, nació como pulpería en 1860 y en 1930 se
convirtió en bar.
-La Pulpería, luego convertida en café, que resistió
durante largos años en la esquina SE de Rivadavia y Catamarca, recién fue
demolido en el año 1972.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Bossio, Jorge A., Cafés de Buenos Aires, Plus Ultra, 1994.
-Bouché, León, Las Pulperías
Mojón Civilizador, Ed. República de San
Telmo, 1970.
-Cutolo, Vicente Osvaldo, Bs. As. Historia de las calles y sus nombres, Elche, 1994.
-Periódico Primera
Página nº 56, septiembre de 1998.
-Pigna, Felipe, en: https://www.elhistoriador.com.ar/las-pulperias.
-Revista Buenos Aires nos
cuenta, nº 8 de abril de
1988.
-Todo es Historia nº 282, diciembre 1990.
-Todo es Historia nº 333, abril de 1995.
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