Murió José Martínez Suárez, gloria del cine argentino
A los 93 años falleció un grande, un autodidacta del cine, José
Martínez Suárez, que aprendió el oficio trabajando a las órdenes de los
directores más importantes del período clásico del cine argentino, como Carlos
Hugo Christensen, Manuel Romero, Lucas Demare, Fernando Ayala, Leopoldo Torre
Nilsson y Daniel Tinayre, con quien el destino le deparó estrechos lazos
familiares. Dirigió a actores de la talla de Narciso Ibáñez Menta, Aída Luz,
Leonardo Favio, Bárbara Mujica, Lautaro Murúa, Olinda Bozán, Alberto de
Mendoza, Ángel Magaña, Mecha Ortíz y otros.
En 1960 debuta una generación de directores jóvenes llamada
a renovar el escenario cinematográfico local, quienes compartían una mirada
estética que tenía como modelos el neorrealismo
italiano y, sobre todo, a la nouvelle vague
francesa. Es el tiempo de la primera versión del Nuevo Cine Argentino (NCA): Manuel Antín filma La cifra impar, adaptando
el cuento de Julio Cortázar “Cartas de mamá”; Murúa hace lo propio con Shunko
y Martínez Suárez con El crack, una comedia dramática
ambientada en el mundo del fútbol. Enseguida se suman David Kohon con Tres
veces Ana (1961) y Rodolfo Kuhn con Los jóvenes viejos
(1962), y más tarde Favio con Crónica de un niño solo (1965).
Dos años después de su ópera prima llegó Dar
la cara (1962), un drama protagonizado por Favio y Murúa con guión
original de David Viñas, en el que un grupo de amigos se esfuerzan por generar
sus propios caminos en la vida tras haber cumplido con el servicio militar.
Las dificultades para producir cine con el sistema de
estudios en crisis, un deficiente apoyo estatal y las constantes turbulencias
políticas (gobiernos de facto incluidos) obligaron al director a dejar de lado
su oficio durante 13 años. Su tercera película recién pudo gestarse durante la
primavera creativa que el cine argentino vivió en el lapso inicial del tercer
gobierno peronista. Así fue que en 1975 estrenó Los chantas, una comedia
dramática que de forma lúcida supo ver el sino trágico de aquellos años. En una
escena emotiva en la que dos amigos charlan sobre desengaños, Tincho Zavala le
dice a Norberto Aroldi: “Somos la generación quemada”. Una profecía que ya
había comenzado a hacerse realidad. Un año después llegaría Los
muchachos de antes no usaban arsénico, la comedia negra que Juan José
Campanella volvió a contar en la reciente El cuento de las comadrejas. Una
historia de asesinatos y desapariciones que por una oscura casualidad fue la
primera película que se estrenó en el país tras el golpe de Estado de 1976.
Martínez Suárez recién volvería a filmar con el retorno de
la democracia. En 1984 estrenó la que sería su última película, el policial Noches
sin lunas ni soles, cuyo guión está basado en la novela homónima de
Rubén Tizziani. Después de eso el maestro dejó de filmar para dedicarse a dar
clases. “Cuando comencé con el taller me preguntaban por qué no dirigía más. Yo
les decía que estaba dirigiendo todos los días en conjunto con mis alumnos”.
Los últimos 11 años Martínez Suárez se los dedicó al Festival de Mar del Plata, bajo cuya
presidencia terminó de establecerse como el más importante del país junto al
Bafici, y por qué no también de América latina. Un cargo que ocupó hasta su
fallecimiento. Fue un director que filmó poco pero
bien, que supo renovarse a través de la docencia y de su querido Festival de
Mar del Plata.
Marta Romero
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