16 DE SEPTIEMBRE DE 1955
EL GOLPE CÍVICO-MILITAR DE
“LA LIBERTADORA”QUE DERROCÓ A PERÓN
La
autoproclamada “Revolución Libertadora” instaurada el 16 de septiembre de 1955
vino a interrumpir un gobierno electo democráticamente, el del peronismo, de
neto corte popular, que había establecido
la Reforma Constitucional
de 1949, el voto femenino e importantes reformas laborales; sin embargo, fue tildado por el grueso de la
oposición de “tiranía” y derrocado por los militares con el apoyo de sectores civiles
y del clero.
Se instaló una dictadura
militar que se arrogó poderes extraordinarios y vino a destruir gran parte de
aquellas reformas, proscribir al peronismo y declarar
ilegal la sola mención de los nombres de Perón y Evita.
PERÓN ELECTO EN 1946 |
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
En Argentina durante el siglo
XX se perpetraron seis golpes de Estado: en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Los cuatro primeros
establecieron dictaduras provisionales, en tanto que los dos últimos establecieron dictaduras de tipo
permanente según el modelo de Estado burocrático-autoritario. El último, el más
cruento, impuso un terrorismo de Estado en el que, entre otros graves hechos, se violaron masivamente los
derechos humanos, se produjeron 30 mil desaparecidos y fueron apropiados cientos
de bebés, a quienes privaron de su identidad.
En los 53 años que
transcurrieron desde el primer golpe de Estado en 1930 hasta que cayó la última dictadura cívico-militar en 1983, los militares
gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de “presidente”, uno
cada 1,7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno
elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas)
fueron interrumpidas mediante golpes de Estado, salvo la reelección peronista
de 1952.
A lo largo de la historia se
sucedieron gobiernos fundamentalmente conservadores, hasta que la Ley Sáenz
Peña estableció el voto secreto y obligatorio y el 2 de abril de 1916 se llevaron a cabo las primeras elecciones
democráticas en las que triunfa Hipólito
Yrigoyen. Los radicales eran una
organización política importante con alcance y organización nacional.
Yrigoyen asumió el cargo de
presidente el 12 de octubre de 1916 –con los conservadores controlando el Senado–, buscó ampliar el apoyo social con la Reforma Universitaria que alumbró en el año 1918 en la provincia de
Córdoba y se fue expandiendo hacia el resto de un país difícil de gobernar
debido a los conflictos, fundamentalmente de los trabajadores que pensaron que
llegaba el momento de lograr las reivindicaciones negadas desde que la Revolución
Industrial llegara a estas
costas con 100 años de atraso respecto de Europa.
En 1920, la Liga Patriótica
Argentina comienza a minar al gobierno radical, jaqueado a su vez por grandes
conflictos obreros como la Semana Trágica y la rebelión en la Patagonia con
centenares de fusilamientos. Con el segundo gobierno
de Alvear se produce una derechización del radicalismo, y durante la tercera
presidencia, un Yrigoyen ya desgastado, fue presa fácil y se produce el primer golpe cívico-militar
de 1930.
FESTEJOS EN CÓRDOBA TRAS EL DERROCAMIENTO |
EL GOBIERNO DE PERÓN
El coronel Juan Domingo
Perón había llegado a escalar posiciones en el golpe de Estado que en 1943 puso fin al régimen fraudulento de los conservadores. Encabezado
por un grupo de militares de ideas nacionalistas que veían con preocupación la
posibilidad de que, luego de que concluyera la Segunda Guerra Mundial, el
comunismo hiciera grandes avances en todo el mundo, incluyendo la Argentina.
Mientras todo
esto sucedía, el Departamento Nacional del Trabajo, ahora denominado Secretaría de Trabajo y Previsión
(STP), recibió mayores atribuciones y comenzó a tomar numerosas iniciativas a
favor de los peones rurales, obreros, empleados, técnicos y profesionales
asalariados.
La acción
decidida de Perón se tradujo asimismo en la expansión de beneficios
jubilatorios, mejores indemnizaciones por accidentes de trabajo, aguinaldos,
más cantidad de días de vacaciones pagas, nuevas cláusulas de defensa de la estabilidad
para varios gremios, se dispuso la creación de un nuevo fuero judicial, con
tribunales del trabajo a cargo de jueces especialmente dedicados a proteger los
derechos de los trabajadores.
Hacia fines de septiembre del
año 1945, la carrera política de Perón y su paso por la STP parecía haber
llegado a su fin. En su afán por congraciarse con los trabajadores, el coronel
había cosechado un furioso desprecio entre las clases altas y buena parte de
los sectores medios. Había fracasado en su intento de conseguir una alianza con
los radicales y, aunque apreciara las mejoras obtenidas, la CGT no se decidía a
apoyarlo activamente.
A instancias de entidades
patronales y sectores oligárquicos, con el
apoyo de la embajada norteamericana, de los principales diarios y partidos
políticos, durante ese mes la oposición a Perón ganó las calles en
manifestaciones multitudinarias. La situación finalmente llevó al presidente de
facto, el general Edelmiro Farrell, a prescindir de sus servicios. El 9 de
octubre de 1945 Perón fue forzado a renunciar a todos sus cargos y recluido en
la isla Martín García. Nadie previó entonces (ni siquiera él mismo) que un
nuevo actor político irrumpiría en la escena nacional pocos días después para
traerlo de vuelta a Buenos Aires, abriendo un curso histórico inesperado que
transformaría hondamente la sociedad argentina, el 17 de octubre de 1945,
el día que cambiará la historia del país.
En oposición a muchos
pronósticos, el
24 de febrero de 1946 la fórmula Perón-Quijano obtuvo más del 50% de los votos emitidos, es decir,
304 electores contra 72 de la fórmula opositora que había salido ganadora
solamente en cuatro provincias. El resto del país daba por primera vez un
triunfo abrumador al coronel Juan Perón. Hay que tener presente que por
entonces solo votaban los hombres, el voto femenino será una reivindicación
futura del gobierno peronista.
En las siguientes elecciones del 11 de noviembre de 1951, Perón es
reelecto con un 63,40% de los votos,
por el período 1952-1958; fueron
las primeras elecciones en que las mujeres pudieron ejercer su recién adquirido derecho al voto.
Sin embargo, no alcanzará a
cumplir su segundo mandato ya que una insurrección militar, apoyada por civiles
y sectores del clero producirá un nuevo golpe militar, el 16 de septiembre de 1955.
SE APROXIMA
EL GOLPE MILITAR
La
oposición activa contra Perón comenzó a gestarse hacia 1951, cuando sectores
cívico-militares autodenominados Comandos
Civiles desarrollaron acciones de sabotaje que si bien hicieron más ruido
que daño, constituyeron un síntoma temprano de lo que tomaría cuerpo cuatro
años más tarde, cuando el 16 de junio de
1955 se produjo el bombardeo a Plaza
de Mayo con la intención de matar a Perón. Fracasada la intentona golpista que
dejó centenares de muertos civiles, y tras la respuesta incendiaria del mismo
16 a la noche, la crisis se encaminó por un laberíntico proceso de diálogo con
las fuerzas de la oposición para impedir una confrontación de impredecibles
consecuencias.
ARAMBURU Y ROJAS LÍDERES DEL GOLPE |
La
censura parecía quedar atrás y los más importantes representantes del
antiperonismo organizado vieron abiertas por primera vez en años los medios de
difusión estatales para expresar sus ideas y propuestas. El cambio de actitud
del gobierno, según señalan numerosos observadores, tenía una base férreamente
fundada: los mandos del Ejército que lo habían salvado del derrumbe total
cuando la intentona del 16 de junio, le habían impuesto ahora una tutela que el
presidente debía aceptar a rajatabla.
Perón ofreció a la Iglesia que fuera el
Estado quien costeara la restauración de los templos destruidos en junio de
1955, a la vez que hacía rodar las cabezas políticas del ministro del Interior
y del de Educación, hombres de reconocida posición contraria a aquella institución
religiosa. También debió dejar el gobierno el titular de la Secretaría de
Prensa, Raúl Apold, en un gesto que parecía anunciar una mayor libertad de
expresión.
Pero los hechos ocurridos eran demasiado
graves como para establecer rápidamente una línea acuerdista, y la tentación de
desalojar a Perón de la Casa Rosada era en esos momentos una posibilidad real.
La oposición de derecha y el empresariado,
alarmados por el avance de la política distributiva del gobierno –más del
50% (de la torta) para los trabajadores y menos de aquella mitad para los
empresarios, más todas las leyes sociales que protegían a los asalariados–, que les recortaba considerablemente su tasa de
ganancia, aceleraron su actitud golpista y frustrado el diálogo y una salida
negociada, la suerte quedó echada.
Perón entonces congela su política de
“mano tendida” ensayada tras la crisis de junio, regresa a sus prácticas de
discursos explosivos frente a sus seguidores. El 31 de agosto, frente a una
multitudinaria concentración popular, convocaba a los peronistas a ejercer la
justicia por mano propia con la fórmula del “cinco por uno”, que invitaba a
quintuplicar las muertes de los opositores por cada uno de los propios en las
luchas presentes y por venir. Esta actitud, contradictoria también con la
indulgencia con los alzados del 16 de septiembre, alteró aún más los ánimos de
la oposición, especialmente de las derechas, inmersos en una sociedad dividida,
y cada bando comenzó a velar sus armas. A principios del mes siguiente, varios
mandos militares pasaron a una clandestinidad preparatoria de una inminente
asonada militar, mientras el día 7 la CGT propicia formalmente la formación de
milicias obreras armadas para defender a su gobierno, en una actitud ya tardía
y tampoco aceptada por Perón. Primó el argumento del “no derramamiento de
sangre”. Sangre que correría sí, luego de producido el golpe.
EL
GOLPE
Perón creía haber sido lo suficientemente
previsor al reemplazar los mandos de las principales guarniciones de Buenos
Aires y Campo de Mayo y colocando en su lugar a jefes militares fieles. Sólo quedaban
como posibles focos de rebelión algunas unidades del interior del país, a las
que en breve pensaba neutralizar. Efectivamente, sería el interior donde se
iniciaría la asonada militar, pero, contrariamente a los cálculos de Perón, las
neutralizadas serían las fuerzas leales.
Finalmente, el 16 de septiembre de 1955,
las Fuerzas Armadas iniciaron en Córdoba un movimiento destinado a derrocar a
Perón, con la complacencia de un amplio espectro de partidos que iban desde el
más tradicional conservadurismo hasta el Socialista. Parecía que la vieja Unión
Democrática revalidaba sus títulos y pretensiones.
A la cabeza de la revuelta se hallaba el general Eduardo Lonardi, quien a las
cero horas del 16 dio la luz verde a los insurrectos. El primer objetivo, la
toma de la Escuela de Infantería de Córdoba, se logró tras una dura lucha de
casi ocho horas de combate. Para las primeras horas de la tarde, los
insurrectos controlaban varias radioemisoras y comenzaban a difundir por el
país proclamas golpistas.
Mientras tanto, las guarniciones cuyanas
adhirieron al movimiento y otros alzamientos militares se reprodujeron en
varias provincias. Incluso algunas fracasaron, como la comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu en
Curuzú Cuatiá, quien fue rodeado por tropas leales y obligado a huir.
La Marina, por entonces comandada por el almirante Isaac Rojas, se apostó, según
lo convenido con sus colegas del Ejército, con varias naves bloqueando Buenos
Aires y amenazando con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock
Sud.
El levantamiento naval en Río Santiago fue
duramente reprimido por tropas del Ejército y aviones de la Fuerza Aérea.
El golpe militar en marcha no lograba
librarse plenamente de la resistencia de los sectores aliados. Incluso la
acción de los Comandos Civiles, preparados para tomar las emisoras radiales de
la Capital, fueron eficazmente repelidos por la
Policía Federal.
El anuncio del diario Clarín tras el golpe en 1955 |
La situación se mantuvo con cierta
indefinición en los siguientes dos días. El principal foco rebelde era el de
Lonardi en Córdoba, razón por la cual los mandos leales a Perón proyectaron el
llamado “Operativo Limpieza” para reprimirlo.
Cuando todo hacía prever que Córdoba
caería, la situación giró bruscamente cuando al mediodía de aquel 19 de
septiembre Perón hizo pública una carta donde aceptaba renunciamientos
personales para evitar un enfrentamiento sangriento. El anuncio, que en su
ambigüedad no hablaba de ceder el ejercicio de la presidencia, dejó desarmadas
a las fuerzas leales y alentó a los rebeldes.
La respuesta de la Marina fue tajante: si
no mediaba una inmediata capitulación de Perón y sus fuerzas, los buques de
guerra bombardearían la Capital Federal. Para el día 20 se convino una reunión
entre los jefes de ambos bandos para dirimir una salida. En la reunión,
realizada a bordo del crucero Argentina y con la presencia del almirante Rojas,
se acordó la renuncia de Perón y todo su gabinete; que Lonardi sería designado
presidente provisional, y que todas las fuerzas regresarían a sus bases para
esperar las órdenes del nuevo gobierno.
Tras la llegada de los emisarios de
Lonardi, se acordó también cuales serían las bases de la llamada Revolución Libertadora, entre ellas, la convocatoria a elecciones y
la legitimación de la Constitución de 1853 (se derogaban las reformas de 1949).
El 23 de septiembre, mientras Perón partía hacia el exilio a bordo de una
cañonera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de
clase media y alta, colmó la Plaza de Mayo para aclamar al nuevo presidente
provisional, el general Eduardo Lonardi, que anunciaba desde los balcones de la
Casa Rosada que no había “ni vencedores ni vencidos”.
Sin embargo los enfrentamientos dejaron unos
4.000 muertos. Para la historia "no oficial" fue llamada la “Revolución fusiladora”.
Por el Decreto Ley 4.161 de Pedro Eugenio Aramburu del 5
de marzo de 1956, se prohibía pronunciar los nombres
de Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón, así como cualquier mención referida a
la ideología peronista o que propagandizara al peronismo. Como anécdota trágica del momento, se
cuenta que detuvieron a un loro que repetía: “Perón, Perón…” y fue fusilado. Sobrevino una etapa de revanchismo que acarreó muchas víctimas.
Empero la historia continuará, vendrá el frustrado levantamiento del general
Valle el 9 de junio de 1956, que terminó con su
fusilamiento y el de quince militares sublevados, y la masacre de civiles
en José León Suarez. Tras las elecciones, asumirá Frondizi, con el apoyo de
Perón, pero aplicará su “Plan Conintes” (Conmoción Interna del Estado) dando
lugar a una ola de allanamientos y arrestos en todo el país. El objetivo era
terminar con la conflictividad obrera que obstaculizaba sus planes de gobierno
y para concretarlo acudió a las Fuerzas Armadas,
permitiendo la aplicación de las penas previstas
por el Código de Justicia Militar, entre ellas, el juicio sumario (fusilamiento
de los acusados), luego su derrocamiento y la subsiguiente alternancia de
golpes militares y gobiernos civiles, pero éstos serán motivos de otros
artículos.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Felipe Pigna elhistoriador.com.ar
-http://www.laizquierdadiario.com/El-Plan-Conintes-y-la-guerra-de-Frondizi-contra-la-rebeldia-obrera
-https://www.elhistoriador.com.ar/16-de-septiembre-de-1955-golpe-autodenominado-revolucion-libertadora/
-https://www.taringa.net/+info/golpe-de-estado-en-argentina_137iuv
No hay comentarios:
Publicar un comentario